Fernando Chica: «El mundo está harto de postulados solemnes contra el hambre» - Alfa y Omega

Fernando Chica: «El mundo está harto de postulados solemnes contra el hambre»

La palabra de Francisco vale. Tiene un peso específico en los organismos internacionales. Sus constantes mensajes han puesto a los hambrientos de nuevo en el centro de la atención mundial. Pero contra el flagelo de la pobreza todavía hay mucho por hacer. Lo constata Fernando Chica, observador permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA)

Andrés Beltramo Álvarez
Programa de capacitación de ganaderos impartido por la FAO en Bibala (Angola). Foto: FAO

¿Cuáles son las características del hambre hoy?
El hambre tiene muchas raíces, como el desperdicio y la pérdida de alimentos. Sin embargo, hoy, al hablar de hambre, muchos piensan especialmente en los desastres naturales, que se presentan de forma repentina y arruinan las cosechas. Todos experimentamos cómo el clima está cambiando, con las repercusiones nocivas que ello tiene. En estos cambios, naturalmente, entran en juego diversas motivaciones, no en último lugar una actividad humana negligente, miope o equivocada, que hiere la casa común que a todos nos acoge y que llamamos tierra. Por ejemplo, en nuestros días, regiones enteras se ven sometidas a una sequía pertinaz. Faltando el agua, los desiertos crecen, la agricultura no prospera. Me viene a la mente la delicada problemática que están viviendo los países del corredor seco de Centroamérica, entre ellos Guatemala. El cambio climático genera incertidumbre, lo cual nos retrotrae a épocas muy pasadas, cuando los agricultores sembraban y no tenían la seguridad de poder cosechar. También hoy esfuerzos agrícolas de meses, con fatigosos trabajos, por factores climáticos adversos, se ven truncados en cuestión de horas. Esto genera impotencia, desesperación, y la pobreza se extiende.

¿Existe un consenso claro sobre el cambio climático?
Sobre el cambio climático hay infinidad de análisis, declaraciones, estudios. Me parece que no hay un consenso definitivo, sobre todo a la hora de individuar sus causas y en la forma de solucionar las problemáticas resultantes. En un problema tan intrincado, creo que los consensos absolutos no existen. Al mismo tiempo, son innegables las sequías, las lluvias torrenciales, los tsunamis, etc. Cuando esto sucede, el Papa lo dice en Laudato si, los que se ven más afectados son los pobres, que sufren de una manera indecible. Cuando se dan estos tristes hechos, a las reuniones y palabras hay que sumar una actuación coordinada, programada, perentoria. Se necesita una mirada amplia, buscando siempre el bien común, no solo el de unos pocos. Se requieren medidas concretas, eficaces, actuaciones urgentes y, para ello, es preciso vencer la indiferencia y mostrar una firme voluntad política, con los suficientes recursos económicos para ponerla en práctica de modo concorde y clarividente. El mundo está harto de sofismas, de postulados solemnes. Tiene sed de justicia y solidaridad.

Fernando Chica en la sede de la FAO en Roma el octubre de 2016, Día Mundial de la Alimentación. Foto: FAO/Giuseppe Carotenuto

Estos debates sobre el cambio climático, ¿pueden distraer el debate público sobre la lucha contra el hambre?
El cambio climático es solo una de las cuestiones que provocan el hambre, pero no es la única. En esto hay que ser claros. Hay otros factores, como, por ejemplo, la falta de medios técnicos para desarrollar en determinadas regiones del planeta, como Asia y África, una agricultura diversificada y sostenible. Pensemos asimismo en los conflictos armados, en la falta de paz. Hambre y violencia son factores que van muy entrelazados. Hablando de los motivos del hambre, hemos de mencionar también la falta de equidad en el acceso y la distribución de los alimentos. Esto es tremendo. A ello se ha referido con gran valentía y claridad el Papa Francisco usando expresiones de san Juan Pablo II, que hablaba de «la paradoja de la abundancia», a saber: hay alimentos suficientes para todos, pero lamentablemente no están al alcance de todos. Y esto debe llevar a plantearnos una pregunta: ¿Cómo un mundo con tantos avances científicos no es capaz de darle de comer a toda la humanidad? ¿Cómo hoy en día existen 800 millones de hermanos nuestros hambrientos? Es realmente muy triste y lastimoso. De una parte, existe un gran progreso y, por otra, mucho dolor e insensibilidad. El siglo XXI, más que por los avances espaciales, digitales, etc., debería ser conocido por haber logrado erradicar el hambre y la pobreza humana. Es posible acabar con estos flagelos, debemos convencernos. Tenemos los medios, lo que no existe es la voluntad. En nuestros días, lacras como el hambre solo deberían existir en los museos o en los libros de historia. Sin embargo, los pobres y los hambrientos están entre nosotros, y nos reclaman no una limosna quejosa. Lo que piden es la solución definitiva a sus tribulaciones.

Son problemas que parecen no tener solución, ¿no?
A pesar de lo dicho, creo que no debemos ser pesimistas. Por lo que se refiere al hambre, vemos que se ha avanzado. Las últimas estadísticas dicen que existen 793 millones de hambrientos en el mundo. Nos parecen cifras muy abultadas, pero son mucho menores que las que se manejaban, por ejemplo, en la década de los 90, cuando la población era menor y el hambre alcanzaba a los 1.000 millones de seres humanos. Esto abre la puerta a la esperanza. Tenemos que seguir batallando, plantándole cara al hambre. No podemos quedar paralizados. Sigamos trabajando mancomunadamente para que un estigma tan doloroso como el hambre desaparezca de una vez por todas.

¿Se hace lo suficiente contra este flagelo?
A Dios gracias, se ha recorrido un camino, pero no se ha llegado a la meta. Se ha de hacer más, también se puede hacer mejor. Además, hay que tomar medidas ya. El tiempo no es un lujo que nos podemos permitir. Las necesidades de los menesterosos no se pueden posponer sine die. Por lo cual, más allá de las palabras, llegó el momento de la acción. Contra el hambre, son precisos hechos tangibles y eficaces, porque los pobres y hambrientos no viven de declaraciones (que son importantes y necesarias, pero no suficientes). Piden alimentos que llenen sus estómagos. Es la hora de actuar. No solo a nivel internacional, estatal o político, a eso hay que añadir las acciones concretas de personas individuales, que tengan manos generosas. Para luchar contra el hambre nadie sobra. Convenzámonos: el hambre es un problema que aflige a muchas personas. Puede ser derrotada si lo queremos. Se trata de aunar voluntades, sobre todo políticas, lo cual no excluye que las personas individuales nos quedemos al margen, ancladas en pretextos, evasivas o subterfugios.

Hambre y pobreza están muy relacionadas, ¿también hambre e indiferencia?
Ciertamente, y de esto habla mucho el Papa Francisco. No faltan recursos. Lo que falta es amor para erradicar el hambre y la miseria del mundo. Esto no acaba porque existe falta de solidaridad. Vemos una cultura que fomenta el descarte, el egoísmo pernicioso y el relativismo atroz. Muchos piensan que los hambrientos solo existen en fotografías, en programas de televisión, en definitiva, que son una realidad virtual a la cual accedemos únicamente a través de la pantalla del móvil o del ordenador. El plasma nos aleja de la realidad. ¡Qué lástima!, porque los pobres no son entelequias. Están a nuestro lado. Son hermanos nuestros que sufren, lloran, se sienten impotentes y se acuestan por la noche sin comer. Los hambrientos gritan, los encontramos no solo en África o en Asia, también existen en los países más desarrollados. Hay muchas personas en la cuneta de la vida y del progreso, solo que el egoísmo hace que no las veamos o no las queramos ver.

A veces da la impresión de que organismos como el Programa Mundial de Alimentos o la FAO se quedan en declaraciones abstractas mientras la gente muere, ¿es así?
Cuando uno está metido de lleno en estos organismos, no se dicen esas cosas, porque tienes un conocimiento más exhaustivo. Los organismos internacionales pueden tener sus defectos, como toda obra humana. No existe una institución perfecta. Ahora bien, yo digo abiertamente que si no existieran organismos como la FAO, el FIDA o el PMA, habría que inventarlos. Las personas que, desde afuera, los critican me parece que no tienen todos los datos. ¿Se puede hacer más? ¡Claro! Pero entidades como las mencionadas ya hacen mucho. No caigamos en críticas maniqueas, en juicios triviales. La labor de los que trabajan en ellas es frecuentemente tan grande como desconocida.

El Papa Francisco es muy incisivo con sus denuncias, incluso llegó a decir que la comida tirada «se roba a la mesa de los pobres». ¿Se le tiene en cuenta?
Esta palabra del Papa tiene que llevarnos a pensar. Su palabra no solo es de denuncia. Es igualmente una palabra de aliento. Él nunca cae en el pesimismo. Constato cómo sus documentos y gestos son tenidos en cuenta. Por ejemplo, donde yo lo represento, sus declaraciones no caen en el vacío. Son citadas y valoradas. Muchos las consideran una brújula, un camino a seguir. No son pocos los que me dan las gracias por la palabra y la actividad de Francisco contra el hambre y la miseria humana. La voz de Su Santidad es como una lluvia fina que está calando en muchas conciencias, en diversos foros. Es un acicate que nos empuja a seguir avanzando para erradicar las lacras que hacen sufrir hoy al hombre. Ojalá sean cada vez más los que imiten al Papa en su lucha contra la pobreza y el hambre. Invito a rezar por el Santo Padre, tal y como siempre nos lo pide, para que su voz siga dando esperanza a los desvalidos.