Paulo Evaristo Arns: Figura de la Teología de la Liberación - Alfa y Omega

Paulo Evaristo Arns: Figura de la Teología de la Liberación

Arzobispo titular de la diócesis más grande de Brasil y cardenal desde 1973

José María Ballester Esquivias
Foto: AFP Photo/Mauricio Lima

El franciscano Paulo Evaristo Arns fue consagrado obispo –como auxiliar de Sao Paulo– apenas dos años después del inicio del régimen militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985; y no dudó en servirse de su condición episcopal para convertirse en uno de sus principales críticos. Su primera actuación notable consistió en apoyar públicamente a unos seminaristas dominicos que habían sido detenidos y torturados. Igual suerte corrieron, poco después, unos agentes de pastoral. De nuevo, Arns volvió a dar la cara por ellos.

El ya arzobispo titular de la diócesis más grande de Brasil –y cardenal desde 1973– exasperaba cada vez más al Gobierno. El más autoritario de los gobernantes de aquella época, Emilio Garrastazu Medici, tras secuestrar la emisora diocesana, se lo hizo saber de forma cortante: «Ocúpese usted de su Iglesia, que del Estado ya me ocupo yo».

Arns no se amedrentó y, el 31 de octubre de 1975, con motivo de la muerte sospechosa en prisión –suicidio según las autoridades, tortura según la oposición– del disidente Vladimir Herzog, organizó una multitudinaria ceremonia
ecuménica en la catedral que trascendió las fronteras brasileñas y le convirtió, de cara a la opinión pública planetaria, en el «cardenal de la democracia y de los derechos humanos».

Un compromiso democrático que tenía algo de geometría variable como lo demuestra el constante apoyo que brindó a la dictadura castrista: sin ir más lejos, con motivo del trigésimo aniversario de la Revolución cubana, escribió una carta a Fidel Castro –empezaba con un «queridísimo Fidel»– en la que elogiaba los supuestos éxitos de este último. En cambio, hasta el final de su vida se mostró muy crítico con Estados Unidos, especialmente durante el mandato de George W. Bush.

En lo tocante a su faceta religiosa, la gestión de Arns como arzobispo de Sao Paulo fue eficaz: creó 43 parroquias, 1.200 centros comunitarios financiados con el dinero recaudado por la venta del Palacio Episcopal –él optó por vivir en el barrio popular de Sumaré– y en torno a 2.000 comunidades cristianas de base, típicas de la Teología de la Liberación, de la que fue uno de sus máximos exponentes brasileños junto con don Helder Cámara, aunque con opiniones más matizadas.

Juntos, sin embargo, intercedieron –sin éxito– por Leonardo Boff cuando los escritos del entonces franciscano fueron rechazados por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Arns generaba periódicamente rifirrafes con la Santa Sede, a cuenta del celibato sacerdotal o del estilo administrativo de la Curia Romana.

Juan Pablo II –que no olvidó la fría acogida que le dispensó Arns en 1980– optó al final por reducir el perímetro de la Archidiócesis de Sao Paulo e impulsó la creación de nuevas unidades episcopales a su alrededor, si bien le mantuvo en el cargo dos años después de que hubiera presentado la renuncia tras haber cumplido la edad reglamentaria.

Una forma de reconocer su valor, pese a las discrepancias.