José María Gil Tamayo: «La Iglesia existe para la transformación social» - Alfa y Omega

José María Gil Tamayo: «La Iglesia existe para la transformación social»

El 50º aniversario de la Conferencia Episcopal, con las visitas del cardenal Parolin y los Reyes, el Jubileo de la Misericordia, la recepción de la Amoris laetitia y el desbloqueo político con la formación de un nuevo Gobierno marcaron la actividad eclesial y social de nuestro país en 2016

Fran Otero
Los Reyes de España visitaron la sede de la Conferencia Episcopal con motivo del 50º aniversario de su creación. Foto: EFE/Chema Moya

Ha sido un año importante, con la celebración del 50º aniversario de la CEE. ¿Qué balance realiza?
Se ha puesto de relieve de manera sencilla, sin alardes pero con naturalidad, la razón de ser de una institución creada por el Vaticano II para servir a la colegialidad de todos los obispos del país en las tareas comunes de su ministerio. Durante estos años, ha ido acompañando la vida social y política de nuestro país; sobre todo, en lo que tiene que ver con el servicio a los más pobres. Como dijo el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, en su visita el pasado mes de octubre, somos una Iglesia discreta, pero eficaz; una Iglesia que quiere ser fermento y que está en el torrente de la vida social y eclesial de España.

Después de Parolin, recibieron la visita de los Reyes…
Felipe VI puso de manifiesto el gran aporte de la Iglesia en los distintos campos: el sociocaritativo, el celebrativo, el cultural… Estamos presentes de manera transversal en toda la sociedad española, hemos sabido adaptarnos a la vida democrática y estamos plenamente integrados en el orden constitucional. Pero quisiera insistir en que este aniversario no ha sido exclusivamente una mirada al pasado o una mera contemplación del presente; también una mirada al futuro. La Iglesia tiene tarea y ahí está la hoja de ruta que nos ha marcado el Papa Francisco con la Evangelii gaudium y que la CEE ha tomado como propia a través de su plan pastoral Iglesia en misión al servicio de nuestro pueblo.

Foto: Ernesto Agudo

Otro de los grandes hitos de este año ha sido el Jubileo de la Misericordia. ¿Cómo se ha vivido en nuestro país?
Ya nos lo avanzó Francisco en la Misa de inicio de su pontificado. Entonces nos pedía que no tuviésemos miedo a la ternura. Ahora ha propuesto la misericordia como una dimensión fundamental de la vida cristiana, tal y como Benedicto XVI puso en primer plano la primacía de Dios o Juan Pablo II promovió al hombre como camino de la Iglesia. El Pontífice actual nos trae el empeño por la evangelización desde las dimensiones de la alegría y la misericordia, de modo que la Iglesia tiene que ser enormemente propositiva y cercana a los más desfavorecidos. Es la mejor apologética cristiana y, en este sentido, el Papa Francisco nos ha ayudado a ser mejores. Así, pone de manifiesto que no debemos ser una Iglesia de eventos o peregrinaciones, sino de dimensiones esenciales del Evangelio, como la misericordia, que debemos vivir en nuestro tiempo. En este sentido, debemos mostrar una Iglesia cercana a través de la verdad del Evangelio y no ser profetas de calamidades.

Francisco ha puesto a toda la Iglesia en acción, ¿no?
A veces nos quedamos solo con el vocabulario, como «la Iglesia en salida», pero estamos así desde Pentecostés. El cristiano no es de puertas cerradas. Ya en las congregaciones generales el hoy Papa Francisco decía a los cardenales que teníamos que dejar salir a Cristo para que llegue a mucha gente o, lo que es lo mismo, tenemos que recobrar esa actitud misional. Esto también significa sacar a la Iglesia del ámbito al que quiere ser reducida, a las conciencias y a los templos. El cristianismo que nos propone el Evangelio es de calle, de salir a los caminos. En este sentido, está bien que seamos una Iglesia recogida en la intimidad del trato con Dios, pero que sale.

Es un gran reto el hacer frente a aquellos que quieren reducir el hecho religioso a algo privado…
Es cierto que hay gente que quiere el ámbito público como un espacio aséptico de convicciones, fundamentalmente religiosas. La Iglesia no quiere otra cosa que estar en igualdad de condiciones en el espacio público en coherencia con su mensaje, sin renunciar a él. Sus enseñanzas no son para la intimidad, sino para la transformación social. El Evangelio nos habla de fermento, de luz que se expande, de sal que sazona… El cristianismo no es de mantenimiento o conservación, sino dinámico.

La Amoris laetitia ha sido otro de los grandes temas del 2016. Una exhortación que ha generado discusión en la Iglesia…
Hay gente que ha querido incluir en la recepción del magisterio del Papa Francisco, sobre todo la Amoris laetitia, una dinámica dialéctica de ruptura que en absoluto existe. Hay en ella una dinámica de continuidad y fecundidad a partir de una reflexión de la Iglesia que, a través de aquellos que Dios ha elegido como guías del pueblo de Dios, especialmente el sucesor de Pedro, nos expresa en las circunstancias actuales, sin subjetivismo pero con discernimiento y realismo, lo que Dios espera de la vida familiar y matrimonial. La acogida en nuestro país es de comunión plena con el Papa. Este documento pone de manifiesto, con un lenguaje fresco, el ideal del Evangelio sobre el matrimonio y la familia, al tiempo que otorga un papel importante a la conciencia, que no es subjetivista, sino de coherencia personalizada en el seguimiento de Dios en la familia y en el matrimonio. Es un proceso que exige cambiar nuestra actitud y adaptar nuestra praxis pastoral con realismo y coherencia con la doctrina de la Iglesia.

Casi un año y dos elecciones para tener un Gobierno

LA CEE también recibió la visita del cardenal secretario de Estado Pietro Parolin. Foto: CEE

A nivel político, y tras casi un año y dos convocatorias electorales, España ya tiene Gobierno. Estabilidad en un año en el que esta ha estado amenazada en todo el mundo por populismo, terrorismo…
Tenemos una gran confianza en nuestro pueblo. Somos un pueblo antiguo, que tiene sus achaques pero también la sabiduría para saber analizar los acontecimientos inmediatos. La Iglesia ve los acontecimientos con fe y confianza en Dios y también en nuestro pueblo. En cuanto a la situación del país, la Iglesia ha estado presente con gran discreción, a veces con preocupación, y con una gran confianza en la madurez de la gente. Ciertamente, el que haya un Gobierno nos da tranquilidad, porque había muchos problemas, en medio de la crisis que seguimos viviendo, que esperan soluciones concretas más allá de la pura actividad política.

La falta de mayoría puede ayudar a que se generen consensos. Se está trabajando en una nueva ley educativa sobre la que la Iglesia hablará con una sola voz. ¿Temen que la clase de Religión se convierta en moneda de cambio en este proceso?
No quisiera que la Religión se convierta en una bandera política. La trayectoria de la Iglesia y nuestro estilo es de enorme respeto a la autoridad política, pero también de exigencia firme de nuestros derechos, que son los de los padres. Es un derecho inherente a los padres. Además, hay una realidad sociológica y, por tanto, la Iglesia tiene una palabra que decir. Cuando nos dicen qué se puede ceder, digo que en este tema estamos en el mínimo. El tema de la clase de Religión es una derivada de la presencia del hecho religioso en una sociedad democrática. Hay gente que todavía tiene la idea decimonónica de que el hecho religioso tiene que estar excluido porque esa exclusión es ya una opción ideológica. La historia nos ha demostrado que la Iglesia y el hecho religioso están para la construcción social.

¿Deberían los padres, en el caso de la asignatura de Religión, tener una mayor implicación en las reivindicaciones?
En España nos falta sociedad civil. Somos una sociedad enormemente estatal, donde los partidos políticos se presentan como los únicos cauces de representación. Olvidarse del amplio espectro de la representatividad social es reducir la vida de un pueblo. En este sentido es necesario un papel más activo de la sociedad civil en el campo de la enseñanza religiosa. Los padres deben tomar conciencia de que es un derecho suyo, no una cuestión de curas y obispos. Iremos mejor en la medida en que nuestro país haya más sociedad civil.