Lo importante es la salvación - Alfa y Omega

Lo importante es la salvación

Isidro Catela
Jordi Évole en un momento de la entrevista con Otegi
Jordi Évole en un momento de la entrevista con Otegi. Foto: Atresmedia.

Se preguntaba Jean Rostard, con la respuesta ya previamente cerrada, acerca de si los que creemos en Dios pensamos en él tan apasionadamente como ellos (los que no creen), piensan en su ausencia. La Sexta lo piensa con pasión. Lo oculta o lo exhibe para ridiculizarlo, pero lo piensa con anhelo. De hecho, una de las claves teológicas que ha asumido con acierto es que lo importante es la salvación. La Iglesia existe para llevar la propuesta de salvación a todos los hombres; La Sexta, también. Entiende, claro, que la salvación es otra, porque lo hay que construir, a golpe de ingeniería social y televisiva, es el reino de las tierras y para eso se incluye una paradisíaca oferta con dosis de adanismo, buenismo, aborto, animalismo, eutanasia, anticapitalismo y ecología no integral. Así, por obra y gracia de un programa técnicamente muy bien hecho, cada domingo, que es el día del señor Évole, somos Salvados en el prime time. Se emite en laSexta, a las 21:30 de la noche dominical, durante una hora, para empezar la semana dando que hablar, porque se cuida la liturgia y se elige con finura a quien, de vez en cuando, pasa por el altar: desde Otegi a Rhodes, hasta Cebrián o Pedro Sánchez. Llevan doce temporadas dando guerra, desde el primer programa que se emitió en febrero de 2008 hasta la fecha. Más de 200 entregas, primero de la mano productora de El Terrat y ahora con Producciones del Barrio. Son méritos innegables. Una pena que tanto talento se ponga al servicio de una disimulada ideología. Porque, amén de ese paraíso tan artificial que han construido, su deber principal es el grosero disimulo. En su loable intención por salvarnos a todos y de hacernos comulgar con los audímetros, no van de frente, no nos hablan abiertamente, sino que arropan el discurso en un envoltorio emocional para empujarnos hacia su lado de la balanza sin que se note, sin que parezca que, a la vez que estamos entrando en el paraíso, se nos está poniendo la manzana en la boca para que le peguemos el primer mordisco.