Para unos subir a un barco es una aventura y para otros una tragedia - Alfa y Omega

Para unos subir a un barco es una aventura y para otros una tragedia

Algunos niños se despiertan con el ruido del papel de los regalos de reyes y otros con el sonido de los kaláshnikovs o con el sonido de su propia hambre

Eva Fernández
Foto: REUTERS/Giorgos Moutafis

Hay algo en su mirada de extenuación, una extenuación infinita de quien ya ha visto demasiado en tan poco tiempo de vida. Se llama Housaida y volvió a nacer el día en el que el buque Astral de la ONG Proactiva Open Arms la rescató en aguas del Mediterráneo. Al fotógrafo Giorgios Moutafis debemos esta sublime instantánea que ha sido escogida por la agencia Reuters entre las 50 mejores del año. Si aguantamos hasta diez mirando a los ojos de Housaida, probablemente estas líneas sobran. Su mirada triste, vacía, sin final, como intentando escuchar el latido del sofá, que la ata a la tierra y la separa del mar atraviesa como un dardo nuestra conciencia.

Hoy en día el Mediterráneo separa dos mundos. En uno, los niños despiertan el día de Reyes con el ruido del papel que envuelve los regalos y, en el otro, con el de obuses, kaláshnikovs, gritos de socorro o con el sonido de su propia hambre. Para unos subir a un barco es una aventura y para otros una tragedia. Acabamos de cerrar un año con más de 5.000 refugiados muertos en el Mediterráneo en su desesperado intento por llegar a Europa. El Astral, el barco de recreo de un empresario italiano que sirve de cuna a Housaidsa ha conseguido salvar a unas 13.000 personas. La gente que se juega la vida a diario en el Astral, en el Golfo Azurro, en la Fragata Navarra y en todos los demás barcos –muchos menos de los necesarios– no se sacan fotografías solo por donde no cubre para amasar buena conciencia. Son de los que catan la injusticia y la convierten en vidas rescatadas. Desde el corazón de un Mediterráneo descorazonado nos llega esta imagen, que hiela el alma de una Europa desalmada. El claroscuro que protagoniza Housaida nos estalla como un escalofrío de luz en medio de la infamia. Es difícil contemplar esta fotografía y aguantarse luego sin más la mirada en el espejo. Si tanta indignidad no es motivo para replantearnos que las cosas se podrían hacer de otra forma, no merecemos el apellido de nuestra especie. Somos menos humanos de lo que parecemos. Algo estamos haciendo mal, muy mal, Housaida. Crece feliz y no nos lo tengas en cuenta.