«Entonces —dijo entre lágrimas—, el aborto es pecado. ¿Me ayudas a buscar un sacerdote?» - Alfa y Omega

«Sufro la inmensa pena de tu extravío, siento el dolor profundo de tu partida, y lloro…». Un bolero de los de verdad. Hablábamos de boleros: curioso el punto de encuentro. Yo le comenté que siempre que escucho o canturreo Aquellas pequeñas cosas, me evoca sensaciones nuevas; ella, que le ocurre algo similar con Lágrimas negras: lo susurrábamos a medias. Volvió, ella, al asunto: «¿Qué es el pecado?». ¿Cómo explicárselo a alguien que está volviendo a casa, desde el abandono?

La lucha entre el bien y el mal tiene lugar en al corazón y en la mente de todos nosotros. Tenemos, eso sí, libertad de elegir lo bello, lo bueno, lo verdadero; pero también de optar por el mal, aunque vaya completamente en contra de lo que Dios quiere para nosotros… y pecar. Ahora tocaba revivir las ilusiones que habían muerto.

«Entonces…, el aborto es pecado, ¿no? Es decir, no es solo un asesinato, ¿cierto?». No dije nada. Nos miramos un instante. Cambió de tema de conversación, aunque intentando sujetar las lágrimas, primero, detener el llanto, después, y limpiarse el rimel que se extendía por las mejillas.

—Yo no soy mala.

—¿Quién te ha dicho que lo seas?

—Hombre, hablando contigo, algo indulgente conmigo misma, sí.

Lo que parecía un diálogo de sordos empezó a convertirse en una conversación acerca de la maravilla del perdón, de las paradojas de la confesión —¿cómo es posible que algo que da tanta vergüenza sea al mismo tiempo fuente de tanta alegría?—, de la necesidad de rezar para saber qué espera Dios de ti.

«Es que tú llamas conciencia cósmica universal y cosas así a lo que yo decía que es sentir la presencia de algo superior…». No te engañes, le dije, Dios es un alguien personal con quien tienes que hablar cara a cara. Y cuando pisas las rayas que no debes pisar, mirarte al corazón con propósito de no volver a caer en ese mismo pozo. Dolor… ¡claro que duele hacer daño, tanto como que te lo hagan a ti! Y hay que dar la cara. El cristianismo no es un escondite para cobardes. No es fácil ser cristiano. Es bello. «¿Me ayudas a encontrar un sacerdote con quien confesar?». Ni 5.000 palabras más…