«Como un padre que visita a sus hijos» - Alfa y Omega

«Como un padre que visita a sus hijos»

El Papa visita hoy la favela carioca de Varginha, «una comunidad pobre con la que el Papa se siente identificado», afirma el sacerdote que le espera, don Mario Queiroz. Esta visita «es una señal para el mundo, porque está de acuerdo con lo que el Papa defiende», señala el arzobispo de Río de Janeiro, monseñor Tempesta. Este gesto del obispo de Roma ha conmovido «a la gente, porque ve que la Iglesia entra en su propio terreno», añade don Ildefonso Escribano, español, sacerdote de la favela de Barros Filho

María Martínez López
La favela Varginha se prepara para recibir a Francisco

Hoy, a las 11 horas (hora local), el Papa visitará la favela de Varginha, en la localidad carioca de Manguinhos; un encuentro que, para el arzobispo de Río de Janeiro, monseñor Orani Tempesta, «es una señal que quiere dar Francisco al mundo. Se trata de un añadido de última hora a la agenda oficial de la JMJ, que resulta especialmente significativo, porque «está de acuerdo con lo que el Papa defiende, de salir a las periferias y estar con los pobres», añadió el arzobispo.

Creada en la década de 1940 por inmigrantes que llegaban del nordeste de Brasil, Varginha está situada en lo que se conoce como la Franja de Gaza de Río, bautizada así por el gran número de enfrentamientos armados que hay, constantemente, entre policías y traficantes.

Será una modesta capilla, la de San Jerónimo Emiliani, la encargada de acoger a Francisco. Allí le espera el padre Mario Queiroz, quien piensa que quizá el Papa eligió llegar hasta esta favela «por sentirse identificado con ella: una pequeña comunidad pobre». Everaldo Oliveira, responsable del recibimiento del Papa en Varginha, explica que Francisco «recorrerá a pie los 200 metros que hay entre la iglesia y la cancha de fútbol donde aterriza el helicóptero. En el trayecto, se detendrá en la casa de una familia de ocho miembros, como un padre que visita a sus hijos».

Los habitantes de la comunidad llevan semanas engalanados, y a la espera. Tras unos años de dificultades, comienza a verse la luz al final del túnel. A principios de 2013 llegó la Unidad de Policía de Pacificación, que desactivó las redes de narcos allí instalados -aunque, según los vecinos, todavía no han abandonado del todo la zona-. Y, ahora, llega el Papa. Para José da Costa, carpintero de 67 años, «recibir a Francisco es una bendición». También para María de Souza, su mujer, quien afirma que «siempre que vino el Papa fuimos a verlo. Ahora él viene a nosotros. Es una alegría muy grande».

Comunidades vivas

Sólo en Río existen alrededor de 750 favelas, donde, según el padre Ildefonso Escribano -misionero español que lleva, desde 1960, en Brasil y ahora trabaja en la favela de Barros Filho-, «vive uno de cada tres habitantes de Río, prácticamente toda la mano de obra de la ciudad. Es la solución que busca la gente pobre que no tiene donde vivir»; un terreno para levantar su casa -al principio, con tablas y lata; luego, si se puede, con ladrillo-. Al no haber presencia del Estado, las condiciones básicas, como el alcantarillado, son muy precarias, y no hay centros de salud ni escuelas.

Aquí, «la mayoría son gente honrada y trabajadora», afirma el padre Ildefonso. «En nuestra favela, nos ofrecimos a ser la mano de obra de la compañía suministradora para poder tener agua». Lo mismo hicieron con la electricidad, para pedir una parada de autobús, o para juntar dinero y comprar el terreno donde se alzaba la favela, para que no les desalojaran. También la iglesia «la hicimos entre todos. Es un trabajo comunitario que les une con un objetivo común, y nosotros lo promovemos a través de los grupos de evangelización».

Estos grupos son la principal presencia de la Iglesia en la zona. «Todas las semanas, la gente se reúne por zonas para leer el Evangelio y, ante la Palabra de Dios, se plantean su vida y su problemática. Es una fe muy encarnada». Por eso, como todos los católicos cariocas, se han implicado mucho en la Jornada Mundial de la Juventud; también porque «el Papa Francisco ha caído muy bien entre la gente de aquí, porque sus gestos de sencillez conectan mucho con ellos», añade. Gente de todas las favelas ha ofrecido sus hogares para acoger peregrinos. «Para ellos es una alegría compartir su casa», subraya el misionero. De hecho, la semana pasada, la Cruz y el icono de la Virgen fueron acogidos por centenares de católicos de la favela más grande de Río, la Rocinha.

Pacificadas, pero no todas

Pero, a pesar de que la mayoría de la gente es «muy buena, aquí es también donde se refugia el tráfico de la droga», reconoce el padre. «En Barros Filho, todas las noches tenemos tiroteos». Esto supone un peligro, sobre todo, para niños y jóvenes, a quienes los traficantes intentan contaminar. Hace tiempo, «creamos cuatro guarderías, con 400 plazas, para que las madres pudieran dejar a sus hijos tranquilas, pero ahora están cerradas por falta de subvenciones», explica.

A pesar de todo, este misionero, que piensa quedarse en Barros Filho «hasta que el cuerpo aguante», cree que hay signos de mejora: «El Estado está tomando conciencia del problema y comienza a buscar soluciones para que estas zonas se integren en la ciudad» y se beneficien de los servicios públicos. Ahora, la visita del Papa, algo que «conmueve mucho a la gente, porque ve que la Iglesia entra en su propio terreno», es un incentivo «tanto para los moradores como para las autoridades. Ver que la Iglesia se preocupa por estas comunidades mientras ellos, que tienen el deber de hacerlo, las tienen abandonadas, es una gran lección», concluye.