«La izquierda no tiene por qué ser atea» - Alfa y Omega

«La izquierda no tiene por qué ser atea»

Ricardo Benjumea
Un momento del coloquio, celebrado en la Fundación Ramón Areces. Foto: María Pazos Carretero

A los 40 años dio el salto a la política, pero a Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934) le había dado tiempo ya para entonces a convertirse en uno de los científicos más prestigiosos de España (catedrático de Bioquímica, presidente del CSIC, cofundador del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa…). Llegó a ministro de Educación y Ciencia con la UCD. En 1978 la Unesco le fichó como número 2, y posteriormente ejerció durante una más de una década como director general (1987-1999). Hoy es uno de los referentes intelectuales de la izquierda española, y a sus 82 años (el 23 de enero cumplirá 83) desarrolla una intensa actividad pública, entre cosas como presidente de la Fundación Cultura de Paz y del Consejo Científico de la Fundación Ramón Areces.

La conversación con el jesuita José Luis Pinilla (Toro, Zamora, 1948) comienza con recuerdos del padre Arrupe y de otros sacerdotes de la Compañía de Jesús amigos comunes. Es la segunda vez que Pinilla y Mayor coinciden en las últimas semanas. En diciembre presentaron juntos el libro Soñar Europa. Afectos y desafectos sobre un proyecto posible, de Emilio Gómez Ciriano. Unas semanas después retoman para Alfa y Omega su coloquio, que José Luis Pinilla califica de reivindicación del «derecho a seguir soñando con un mundo mejor». El director del Secretariado de Migraciones de la Conferencia Episcopal cita un texto de Eduardo Galeano, al que los dos admiran: «Aunque no podemos adivinar el mundo que será, bien podemos imaginar el que queremos que sea. El derecho de soñar no figura entre los treinta derechos humanos que las Naciones Unidas proclamaron a fines de 1948. Pero si no fuera por él, y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían de sed».

A Europa le gusta presumir de adalid mundial de los derechos humanos, pero está ofreciendo su peor cara al afrontar la llamada crisis de los refugiados. ¿Por qué creen que está ocurriendo esto?

Federico Mayor Zaragoza: Porque los principios éticos se han sustituido por los principios mercantiles y por el si vis pacem para bellum [si quieres la paz prepara la guerra]. Así de sencillo. En 1919 llega de EE. UU. un presidente demócrata, Woodrow Wilson, y dice: «Nunca más la guerra». Se crea la Sociedad de Naciones, pero cuando regresa a Norteamérica los republicanos no le permiten que los EE. UU. se unan a la organización. Así empezó a prepararse la II Guerra Mundial. Acabada esta guerra, otro presidente demócrata, Roosevelt, impulsa las Naciones Unidas, pero viene la Guerra Fría… Sin embargo, en los años 80, parecía que algo estaba cambiando. Mijaíl Gorbachov da un giro inesperado en la URSS; en Sudáfrica, Nelson Mandela logra reconciliar a su país; la Comunidad de Sant’Egidio consigue la paz en Mozambique; en El Salvador se firman los acuerdos de Chapultepec; se retomaran las conversaciones de paz en Guatemala… Un mundo nuevo parecía emerger. Y el señor Reagan y la señora Thatcher lo desvirtúan; dicen: «Fuera las Naciones Unidas», y de facto las sustituyen por el G6 (después G7, con Canadá).

Una anécdota que viví muy directamente fue cuando, en 1986, Gorbachov le dice a Reagan que «la guerra fría ha terminado, pero lo primero es que usted y yo acordemos la eliminación de la amenaza nuclear». Tienen una conversación en Reikiavik sobre reducción de cabezas nucleares; Reagan le pide un día para pensárselo, y finalmente le comunica que EE. UU. no acepta, porque necesita la fuerza nuclear. Gorbachov le contesta con las mismas palabras con que un antecesor suyo, el republicano Eisenhower, había traspasado la presidencia a Kennedy: «Señor presidente, ya es usted la persona más poderosa de la Tierra, excepción hecha del complejo bélico industrial de los EE. UU.».

Un proceso similar ocurre en Europa, que desde el año 50 hace un buen camino, de mucha sensatez, pero entonces nos colocan el euro, que sustituye todo el proyecto. Y así llegan los mercados y tienen la desfachatez de nombrar directamente a gobiernos de Grecia o Italia sin elecciones.

José Luis Pinilla: Yo querría destacar la aportación de la Iglesia a la construcción europea. La insistencia en la dignidad de las personas ha sido una constante, y ahora, con la impronta del Papa Francisco, aparece continuamente la primacía de la persona. Al recibir el premio Carlomagno –ya que de sueños estamos hablando–, el Papa dice que sueña «con una Europa en la que ser migrante no sea un delito», que proteja a los débiles y ayude a las familias. Y sueña con un «nuevo humanismo europeo», en el que hace falta «memoria, valor y una sana y humana utopía».

Foto: María Pazos Carretero

¿Dónde están hoy las posibilidades y los límites del diálogo entre la Iglesia y la izquierda?

FMZ: Yo encuentro que no hay límites, y menos con este Papa, que está poniendo en el centro el Evangelio y las sandalias. Pero igual que como científico no soy ni de izquierdas ni de derechas, tampoco la educación es de izquierdas ni de derechas, ni la sanidad o la justicia. Es decir, hay cuestiones esenciales para la gobernación que están por encima de cualquier ideología política.

JLP: Creo que las mejores posibilidades de entendimiento han existido cuando ha habido coincidencia en la preocupación por los más desfavorecidos o por superar las divisiones sociales, como ocurrió con la Transición. El cardenal Tarancón, por ejemplo, y [su secretario] Martín Patino facilitaron mucho ese diálogo.

FMZ: Eran una pareja impresionante; yo siempre los pongo de ejemplo.

JLP: Esa preocupación por los pobres sigue hoy muy presente en los informes de Cáritas, en documentos del episcopado como Iglesia servidora de los pobres, que coloca a estos en el centro de su acción y no como un apéndice más, y por supuesto en toda la doctrina social de la Iglesia, esa bella desconocida

FMZ: Los niños, los pobres, los más vulnerables… Esta es la Iglesia pura. Hay mucha izquierda hoy que de izquierda tiene muy poco, y hay mucha derecha llamada moderada que es la inmoderación personificada. Yo no quisiera que se pensara que la religión es algo de derechas o que la izquierda tiene que ser atea, como dicen algunos. Pues no señor.

JLP: Otro asunto importante para el diálogo debería ser el marchamo intercultural. Vivimos hoy en sociedades no uniformes, marcadas por la interculturalidad y la diversidad .Y en España la emigración ha venido para quedarse.

FMZ: Fíjate si la diversidad es grande que tiene como límite la unicidad. Cada ser humano es único e irrepetible. Debemos reivindicar, sea cual sea nuestro credo religioso, que somos todos iguales en dignidad. Si no, llegará un momento en que unos cuantos grandes poderes nos dominarán. Ya lo están haciendo…

JLP: España ha pasado en 20 o 30 años de una uniformidad en todos los ámbitos a una pluralidad de razas, culturas, religiones… Es importante mantener un diálogo fluido entre todos los agentes sociales y políticos para evitar que se transmita que la diversidad es una calamidad o un peligro. Las sociedades más plurales son precisamente las que más han avanzado, cuando se ha gestionado bien la interculturalidad.

FMZ: Hoy incluso países como Suecia están sucumbiendo a la xenofobia. Es un escándalo que Europa se esté comportando así con los inmigrantes, cuando nosotros hemos sido el gran continente de la emigración. Según el International Peace Bureau, solo con el 10 % de lo que gastamos en seguridad fronteriza y militar podríamos cubrir todas las necesidades de alimentación, agua potable, servicios sanitarios, medio ambiente y educación de todos. Pero si dices esto te llaman comunista. Y yo pregunto: ¿cuántos terroristas se estarán gestando entre los refugiados que tenemos durmiendo en la nieve?

JLP: Eduardo Galeano dice que son libres los pájaros, y mucho más libres todavía los mercados. «No son libres, en cambio, los caminos del éxodo humano». Pero sin cerrar los ojos y sin negar la exclusión social o los recortes insultantes, es importante en estos momentos de populismos amenazantes transmitir esperanza, no sucumbir al derrotismo ni al miedo. Esto es algo tremendamente cristiano, un elemento rompedor.

FMZ: Es imprescindible la esperanza. Y tiene que haber una reacción popular.

Pero esa reacción popular ha sido votar a Trump…

FMZ: Han sido una vez más los mercados, azuzando el miedo.

Y tenemos el auge del autoritarismo en Turquía, en Filipinas, en Rusia…

FMZ: Porque los europeos nos hemos acostumbrado a obedecer a los mercados. El señor Putin no es el malo. Mala era la Unión Soviética, pero le hemos cerrado las puertas a Rusia. Y lo mismo hemos hecho con Turquía. Cuando el poder otomano dice que quiere venir a nuestros brazos –no digo como miembro de Europa, pero sí como asociado privilegiado–, tendríamos que recibirle con flores.

JLP: Sin embargo, el prestigio mayor en el mundo hoy lo tiene Francisco, a pesar de todo el auge del populismo a veces muy barato y demagógico. Su mensaje trasciende cualquier movimiento político porque no se cansa de volver a poner al hombre en el centro de lo político. Frente a la reducción del hombre como sujeto económico o mano de obra, Francisco habló en el Parlamento Europeo de «dignidad trascendente».

FMZ: Es que la política ha perdido el contacto con el pueblo, y esto la Iglesia sí lo tiene. Esta es la gran fuerza de la Iglesia. Donde yo vivo, los domingos, en la Misa de 11, hay un cura que es capaz de atraer a todo el mundo, hablando de los niños, de los pobres, de los más vulnerables… Y esto cala en la gente. Por eso las iglesias están llenas. ¿Faltan jóvenes? Es verdad, pero se les puede atraer. La Iglesia tiene hoy un mensaje que atrae, los mensajes del Papa atraen…

José Luis, ¿qué echa en falta hoy una persona como usted, dedicada a trabajar cara a cara con los inmigrantes, en el discurso político y social en España?

JLP: Pongo un ejemplo. Recientemente, en una protesta contra los Centros de Internamiento de Inmigrantes, un político que estaba allí decía: «Ha venido hasta la Iglesia». Ese hombre no sabía que la Iglesia lleva denunciando las situaciones de los CIE desde hace muchísimo tiempo. Yo pediría a los políticos un mayor conocimiento de lo que es y hace la Iglesia para que dejaran de hablar tanto por estereotipos. Y que favorecieran tender puentes. La sociedad española se ha beneficiado cuando las distintas fuerzas sociales y políticas se han puesto de acuerdo en beneficio de todos.

FMZ: A los políticos, sean de izquierdas, de derechas o de centro, yo solo les pido una cosa: que sean demócratas. La primera condición para la democracia es la dignidad de la persona. Segundo, y muy importante, la justicia social. La democracia debe existir también en el plano económico, porque lo demás son mandangas. Mientras unos señores tengan miles de millones y otros se mueran de hambre no hay democracia.