Un pastiche romántico - Alfa y Omega

Un pastiche romántico

Maica Rivera

Emmanuel Carrère parte de una famosa velada literaria acontecida en 1816 que reunió a orillas del lago Leman (Villa Diodati, Ginebra) a George Gordon, Lord Byron, y su médico, John William Polidori, junto a Mary Wollstonecraft Godwin, su futuro marido Percy Bysshe Shelley y su hermanastra Mary Jane (Claire) Clairmont. De aquel polvorín de personalidades no solo surgió Frankenstein o el moderno Prometeo, que se publicaría un año y medio después, sino también El vampiro, cuento fundacional en el género por constituir una evolución del monstruo desde el folclore europeo oriental hacia la figura prototípica del aristócrata inglés, frío y perverso, que llega a la cultura popular de nuestro tiempo. Certero en la diana, se ceba aquí Carrère en la explotación delirante de un foco de odio con muchas garantías históricas: El vampiro es obra de Polidori, mediocre y acomplejado escritor, pero se difunde con la firma del famoso Lord Byron, a quien sirve y que claramente fue su inspiración para el cruel protagonista. Ni es ni será el autor francés el primero ni el último posmoderno en vampirizar a su vez la suculenta historia de esta reunión donde se gestaron los nuevos mitos de la modernidad europea para hacer su personal ficción metaliteraria, plagada de estridencias que remiten más que a clásicos laberintos de espejos a pesadillas de física cuántica, con superposiciones, entrelazamientos y teletransportación. Más cool, pero menos sugerente.

Baile de disfraces

El alto precio de la fama en la mascarada constante a la que las celebridades se autocondenaban dentro y fuera de los salones, los genuinos dramas que tanto preocuparon a los románticos decimonónicos sobre la autoría, la originalidad y el fracaso vital a trasvés del fracaso de la obra artística, con todo su peso, se pierden en paranoias de ciencia ficción con ritos paganos que colocan en el altar a Polidori como profeta y teorías de la conspiración que incluyen la invasión marciana (perdón, mejor digamos invasión selenita, para no cometer anacronismos, que diría algún personaje). No faltan sarcasmos de novelita rosa. Todo un disparate que, sin embargo, estructuralmente, funciona y encaja a ritmo adecuado. Mucho mejor el resultado, en cualquier caso, que el de las ficciones de William Ospina en su libro El año del verano que nunca llegó (2015). Pero alejado de la hondura y estremecedora humanidad con la que, por ejemplo, Mauricio Wiesenthal hizo reflexionar sobre Lord Byron y su tiempo en Libro de réquiems (2004). Porque la verdadera bravura (término con el que se alude a la explosión de máximo virtuosismo creativo) la demuestra Carrère en la observación del tremendo sufrimiento que el rencor provoca en el espíritu del pobre Polidori (como le citaba Mary Shelley) desde las últimas páginas. Y, sobre todo, hay bravura en las primeras, cuando el autor se atreve a introducirse en el pellejo del alma atormentada del maldito, a recrear el aterrador drama íntimo que la envidia hace padecer a su corazón pusilánime, desprotegido en el entendimiento como se encuentra Polidori, además, a causa de una gran adicción al láudano. Mucha atención a la reinterpretación inversa, oscura y corrupta, que se marca de la teoría platónica de las ideas, que hace estremecer.

Bravura
Autor:

Emmanuel Carrère

Editorial:

Anagrama