El lúcido lamento de una sesentayochera - Alfa y Omega

El lúcido lamento de una sesentayochera

La cantante belga Lío se arrepiente del poco tiempo que ha dedicado a sus hijos y de cómo les ha perjudicado su agitada vida sentimental

José María Ballester Esquivias

Canciones como Banana Split o Les brunes comptent pas pour des prunes figuraron entre las más escuchadas cuando salieron hace ya décadas; hoy se siguen tarareando en discotecas, bodas, fiestas y eventos de Francia, Bélgica, Suiza, Canadá y el resto de países francófonos. Las entona Lío, cuyo verdadero nombre es Vanda María Ribeiro Furtado Tavares de Vasconcelos. De origen portugués, pero de nacionalidad belga, país al que emigró en 1968, cuando tenía seis años. Conoció el éxito con dieciséis -era 1977-, y desde entonces ha sabido mantenerse entre los artistas más populares.

Discreta en su vida personal, se sabía, sin embargo, que era madre de seis hijos de padres distintos. Una trayectoria poco rectilínea, como suele ocurrir con cierta frecuencia en los ambientes artísticos. Sin embargo, los remordimientos no son algo común en los ambientes artísticos. De ahí, la sorpresa que ha causado la confesión de Lío hace unas semanas. Y por partida doble.

Todo empezó en un programa televisivo emitido a principios de diciembre por el canal público France 2, en el que los invitados debían opinar sobre la familia y sus distintos modelos. Al llegar su turno, Lío no se anduvo por las ramas y confesó que se encuentra en tratamiento psicoanalítico intensivo, «tres veces por semana, todas las semanas, con el fin de acompañar a mis hijos, que han vivido algo nada tranquilizador, difícil y ahora lo están pagando».

A continuación Lío añadió que no quería «echar un jarro de agua fría», pero que se sentía obligada a decir que «para los hijos, una familia reconstruida [en la que cada cónyuge aporta prole de uniones anteriores] es algo desgarrador». El motivo, según la cantante, es muy sencillo: «Tenemos derechos, derechos y todavía más derechos. ¿Y nuestros deberes, qué? ¿Y los hijos en todo esto? Es la pregunta que me hago. He agitado mis derechos y ahora veo mal a mis hijos. Por eso hablo».

Lío siguió días después en una entrevista concedida a la revista Gala, «Yo iba por la vida con mis derechos en el punto de mira: mi derecho a enamorarme, a tener hijos con quien me da la gana, a separarme veinte veces, a vivir varios amores, varias vidas y ser varias mujeres. Me he tomado todo esto tan a pecho que, por detrás, no he mirado a mis hijos. Y su sufrimiento me ha obligado a mirarles».

Siguiendo con la fase de reconocimiento de errores, la cantante admite que pensó que iba a «ser fácil para los hijos a partir del momento en que se dialogaba y se profesaba amor, asumir los hermanos y hermanas de padres distintos. Pues no. No es suficiente».

Si no ha sido suficiente es porque Lío, como ella mismo corrobora, es una «hija de mayo del 68, de una generación para la cual las reglas estaban mal vistas, la generación del está prohibido prohibir. Sin embargo, para construirse hacen falta prohibiciones, límites y hasta frustraciones».