Las hechuras de la desigualdad - Alfa y Omega

Las hechuras de la desigualdad

Eva Fernández
Foto: REUTERS/Jianan Yu

No se trata de una historia de buenos y malos. A veces creamos estereotipos con imágenes de personas pobres que padecen calamidades bajo la usura de pérfidos ricos. Y no siempre es así. La grandeza y la bajeza se reparten por igual en todas las partes del mundo. Se trata más bien de una historia de culpables e inocentes. Hace unos días tuvo lugar en la localidad suiza de Davos la reunión anual de líderes, responsables de grandes empresas, banqueros, jefes de estado, etc., en la que se analizaron asuntos que preocupan al mundo: conflictos internacionales, pobreza, salud y medio ambiente. Y cómo no, Donald Trump, el Brexit…, y todo el nuevo auge del populismo nacionalista que algunos participantes compararon con la situación previa al estallido de la II Guerra Mundial. Davos le puso nombre a este descontento: es el crecimiento de la desigualdad en todo el mundo, que ha generado un gran malestar frente a la globalización. Pero además de que los poderosos hablaran del problema, habría sido interesante que escucharan en una de las sesiones a la mujer que habita entre este amasijo de desechos al pie de rascacielos a los que probablemente nunca subirá. Todo ocurre a la vez, en un único mundo donde aceptamos como normal la contigüidad de la abundancia y la miseria, de la seguridad y del dolor, confiando en que cada uno permanezca en su sitio y nada cambie y nadie nos moleste. El problema está ahí, en la casa que vemos en la foto. Esa casa tan lejos de Davos, de los grandes discursos, resulta en realidad muy incómoda, porque golpea conciencias y señala que algo va mal. El problema es que tú y yo, que tenemos casa, ropa y nevera, nos agarramos al bienestar prescindiendo de quienes jamás tuvieron nada de eso. Y además, la mujer de la foto sonríe a la cámara. Según un reciente informe de Intermón Oxfam, ocho personas en el mundo acumulan tanta riqueza como 3.600 millones de seres humanos. Y 1 % más rico de la población mundial tiene más riqueza que el 99 % restante. Con razón el Papa Francisco en distintos discursos y mensajes aboga por mejores políticas distributivas que combatan la pobreza y la desigualdad. ¡Cuántas veces le hemos escuchado pedir a políticos y a empresarios que no se olviden de los pobres! Ahora mismo, cuando leas estas líneas, más de 700 millones de personas siguen siendo pobres. Lo peor que nos podría pasar es vivir tan absortos en lo nuestro, que ignoremos estas cifras. La dignidad no se cría ni en reuniones ni en foros, sino en la puerta de la casa de esta señora que nos sonríe desde la foto.