«Todo ser humano es hermano nuestro» - Alfa y Omega

«Todo ser humano es hermano nuestro»

El domingo se celebró en la Iglesia la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, con el lema Iglesia sin fronteras, madre de todos. El arzobispo de Madrid, monseñor Osoro, presidió la Misa en la parroquia de Nuestra Señora del Buen Suceso. Fue organizada por la Delegación de Migraciones, de la CEE, con la participación de inmigrantes de las distintas capellanías de la diócesis

Cristina Sánchez Aguilar
Monseñor Osoro, en la celebración de la Eucaristía en la parroquia del Buen Suceso

Según los últimos datos del INE, en la Comunidad de Madrid hay más de 1.200.000 inmigrantes. Esto significa que, en los últimos años, «ha cambiado la composición y la diversidad cultural de nuestra ciudad, de nuestros barrios, de nuestros vecindarios, y así, de nuestra feligresía». Esta afirmación, de don Antonio Martínez, Delegado de Migraciones de Madrid, es la hoja de ruta del Arzobispado en materia de inmigración. Un trabajo, por cierto, que este 2015 cumple 30 años.

«Atendemos al hombre y damos un servicio a la fe sin dicotomías, para que puedan hacer un proyecto personal y familiar de vida, y releer su nueva historia desde la fe», señala don Antonio. Y lo hace, por ejemplo, desde la red de centros de atención a inmigrantes que hay repartidos en más de una decena de parroquias, y desde los que se ha atendido, en el último año, a más de 11.000 personas. Y también desde las capellanías que la Delegación tiene en la capital. Siete sacerdotes, en siete parroquias diferentes, trabajan con inmigrantes que tengan una especial dificultad con el idioma, como es el caso de los africanos, filipinos, polacos o chinos. También con quienes pertenecen a un rito católico diferente, como es el caso de los rumanos o de los ucranianos. «El objetivo de las capellanías no es crear guetos, sino ser un punto de referencia para los inmigrantes que contribuya a su integración en la parroquia de su domicilio», explica Martínez.

Una de estas capellanías, la ucraniana —situada en la parroquia del Buen Suceso—, fue la que acogió, el domingo, la celebración de la 101 Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado. «Las comunidades parroquiales hemos de tener en cuenta que el hombre y la mujer inmigrantes han perdido la base de sustentación, aquel sustrato sociológico que sostenía su vida, y también su vida religiosa, hasta que organicen un nuevo sistema de valores», recuerda don Antonio. Por este motivo, «es esencial ofrecerles la acogida que esperan de nosotros». Y por eso, la celebración del domingo fue un éxito. Porque la parroquia estaba a rebosar de fieles inmigrantes, pero también de españoles que acompañaban a sus hermanos en esta festividad.

A ellos les recordó el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, «que la misión de la Iglesia es amar a Jesucristo», y hay que descubrirlo, especialmente, «en los más desamparados, entre los que están quienes tienen que emigrar de sus tierras». Don Carlos exclamó que los cristianos tienen que hacer «visible la maternidad de la Iglesia, que supera todas las razas y fronteras, que acoge y abraza con amor a todos. Todo ser humano es hermano. ¡Escuchadle!», pidió.

Monseñor Osoro, con una niña polaca

El arzobispo de Madrid, asimismo, recalcó la importancia de «globalizar el amor y la caridad». Y para eso se necesita, dijo, «la fuerza de la fe, que nos permite reducir las distancias que nos apartan de los dramas humanos». Finalmente, aludió a «la colaboración sistemática y efectiva que implique a todos los Estados y las organizaciones internacionales», algo que, definió, «es la única manera de regular eficazmente los movimientos migratorios y de globalizar el amor».

El sábado, con los jesuitas

El arzobispo de Madrid, monseñor Osoro, pidió superar la «desconfianza y el rechazo» a los inmigrantes. Lo hizo el sábado, en la parroquia de San Francisco de Borja, donde presentó la Jornada del Emigrante y del Refugiado con los jesuitas, que regentan la parroquia.

En el acto, el secretario de la Comisión episcopal de Migraciones, José Luis Pinilla, reiteró su deseo de que las políticas sociales migratorias ofrezcan «caminos alternativos a los centros de internamiento o las devoluciones sumarias». Y recalcó que, ante «el envite horrible del terrorismo yihadista y de otros terrorismos», hay que redoblar esfuerzos para que «ni España ni el mundo encuentren en la inmigración el gran chivo expiatorio para justificar sus propios fracasos».