«No podemos educar a nuestros hijos solo para el éxito; los niños tienen que ser felices» - Alfa y Omega

«No podemos educar a nuestros hijos solo para el éxito; los niños tienen que ser felices»

Criar «súper hijos» no es sostenible ni para los padres ni para los niños, aseguró Nuria Pérez Paredes, coach y fundadora de Sparks & Rockets, en el espacio EDUTalks que organizó el colegio CEU San Pablo Montepríncipe bajo el título ¿Hijos perfectos o hijos felices? Cuando educar se convierte en una competición

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En esta sesión, dirigida fundamentalmente a padres y educadores, tanto del propio colegio como externos, Nuria Pérez y Eva Millet, periodista y autora del libro Hiperpaternidad, desvelaron las claves para educar niños autónomos, tolerantes a la frustración, capaces de distraerse solos y lo más importante: niños felices.

Según Eva Millet, el niño se ha convertido en «el Luis XIV de la familia». «Los hijos han pasado a convertirse en el centro de la familia y, a menudo, alrededor suyo orbitan los progenitores, dispuestos a ejercer, con la mejor de sus intenciones, de súper padres».

La hiperpaternidad, es decir, la sobreprotección de los padres sobre sus hijos, se ha establecido como modelo educativo habitual en las sociedades más acomodadas. Es una crianza basada en una atención excesiva a los niños; «los hiperpadres resuelven sistemáticamente los problemas de sus hijos, el ejemplo perfecto, es el de los deberes», señala Eva Millet.

Los hiperpadres justifican a ultranza a sus hijos; «el niño nunca se equivoca». «Son papás guardaespaldas, hasta el punto de que ni educadores, ni entrenadores pueden decirles nada». «No colaboran con el colegio; lo suyo es intromisión. Tratan de adaptar la escuela a su hijo perfecto».

Otra característica que los define, según Eva Millet, es «la sobreexposición de los niños», por ejemplo en las Redes Sociales. Este tipo de progenitores además «aman la precocidad y la hiperocupación», y así «estamos creando niños con agendas de ministro». Para Millet, los padres están abusando de las extraescolares. «Dejemos también que se aburran; del aburrimiento nace la creatividad», añade.

¿Cuáles son las consecuencias de este modelo de crianza?: «Un estrés brutal, que afecta seriamente a la salud familiar», alerta esta experta. Aunque ejercida con el mejor propósito, la hiperpaternidad está desatendiendo aspectos tan importantes en el desarrollo de los niños como la autonomía, la resistencia a la frustración, el esfuerzo y el tiempo libre. La infancia se está convirtiendo en una especie de campo de entrenamiento, con un constante ir y venir y agendas sin huecos para una de las actividades fundamentales en esa etapa de la vida: el juego. Esta sobreprotección está creando la generación de niños más frágiles y miedosos de la historia, según coinciden Eva Millet y Nuria Pérez.

¿Por qué sobreprotegemos a nuestros hijos? Entre otras causas, Millet cita la incorporación de métodos del mundo laboral en la crianza y la presión a la que se sienten sometidos los padres. «Hay mucho nerviosismo para conseguir ese hijo perfecto que parece que la sociedad demande». Además, asegura la periodista, nos lo ponen fácil porque hay una oferta muy amplia de todo tipo de formaciones para llegar a conseguir el soñado hijo perfecto.

La autora de Hiperpaternidad diferencia varios tipos de hiperpadres: los padres helicóptero, que sobrevuelan las vidas de sus hijos —pequeños y no tan pequeños— pendientes no sólo de sus necesidades sino también de sus deseos. Están los padres apisonadora, que allanan el camino para que los hijos no tengan que enfrentarse a ningún obstáculo en la vida. Los padres guardaespaldas, que vigilan que nadie critique a su hijo. El tipo asistente personal, que le organiza la agenda, le hace los deberes y le lleva la mochila. «Y un modelo muy español, los padres bocadillo, siempre detrás del niño con el bocadillo en la mano».

Afortunadamente, el panorama tiene solución. La receta se llama underparenting, o, en otras palabras, hacerles menos caso; una paternidad más relajada con espacio para que los niños jueguen y se aburran, para que se equivoquen y adquieran responsabilidades y autonomía. Disfrutar de ser padres, para que también ellos disfruten de ser hijos, es el primer paso para salir de la espiral de la hiperpaternidad.

«Educar es dejarles ir», asegura Eva Millet. «Puedes empezar por un pequeño gesto tan sencillo como dejar que lleven su mochila. Continúa por dejarles que ayuden en casa y por no preguntarles todo». En su opinión, «la familia no tiene que ser una dictadura pero tampoco una democracia asamblearia». ¿Y el afecto?: «Por supuesto»; pero también: límites. «Son una herramienta clave para educar bien».

María José Bello, directora del Colegio CEU San Pablo Montepríncipe, moderó el coloquio. En su opinión, «no podemos enfocar la educación de nuestros hijos sólo para el éxito; tienen que aprender también de los fracasos; eso es aprendizaje para la vida. Desde los Colegios tenemos que preparar a nuestros alumnos y a sus familias a enfrentarse a una sociedad cambiante y llena de nuevos retos».