Los niños misioneros de Goa, sucesores de Goycho Saib - Alfa y Omega

Los niños misioneros de Goa, sucesores de Goycho Saib

María Martínez López
Ilustración: Asun Silva

¿Cuál es el lugar del mundo donde más se quiere a san Francisco Javier, el Patrono de las misiones? Seguramente sea Goa, una región de la costa oeste de la India donde trabajó como misionero y donde está enterrado. Hace unas semanas, como ocurre cada diez años, su cuerpo se expuso para que los fieles lo veneraran, y en cuarenta día fueron ¡cinco millones de personas! Le quieren tanto, que todos los goanos, también los no católicos, le llaman Goycho Saib, salvador de Goa.

Recibir… y dar

En la India, Infancia Misionera (allí la llaman Santa Infancia) funciona en dos sentidos: por un lado, se lleva ayuda a los niños que más lo necesitan. En Goa, el dinero se destina a atender a huérfanos, enfermos de sida y discapacitados, y para financiar 65 colegios rurales. Desde el resto del mundo, Infancia Misionera envió el año pasado 3,1 millones de euros a la India. La campaña también sirve para mantener entre los niños el espíritu misionero de san Francisco Javier, con reuniones con los jóvenes y la celebración de un Día de la Santa Infancia en todos los colegios católicos indios. Aunque muchos de ellos viven en la pobreza, es un día muy importante, y todos se esfuerzan por hacer donativos a Infancia Misionera. El año pasado, se recaudaron 327.000 euros en todo el país.

Goa fue una colonia portuguesa, y en el siglo XVI el rey de Portugal pidió a san Francisco Javier que fuera allí a evangelizar. El padre Maverick Fernandes –un apellido heredado de los portugueses– es el responsable de la Santa Infancia (Infancia Misionera) en esta región, y nos cuenta que los niños fueron los primeros que escucharon y ayudaron a san Francisco Javier.

Desde que llegó a Goa, Francisco Javier se hizo amigo de ellos: «Tenía un carisma especial para atraer a la gente, y mucho más a los niños. Los niños se le pegaban por su sinceridad» y por su carácter amable. Por las tardes, salía a la calle con una campanilla llamando a los niños y a los esclavos. «Los llevaba a una iglesia cercana, y les explicaba el catecismo y las oraciones más sencillas, usando cancioncillas» que se inventaba. Ida Rodrigues, una misionera de Goa, explica que «esos mismos niños fueron sus ayudantes misioneros. Muchas noches, al caminar por la calle, se oía a los niños cantar en voz alta lo que les había enseñado el misionero» para que los demás lo aprendieran.

Ilustración: Asun Silva

A los niños más entusiastas, san Francisco «los enviaba a las casas donde había algún enfermo, para que invitaran a toda la familia y los vecinos, les enseñaran el Credo, y les dijeran que si creían en Jesús se curarían». Los niños lo hacían tan bien y con tanta fe, que gracias a su oración hubo bastantes curaciones.

Gracias a esta labor misionera, en Goa los católicos son un tercio de la población, mientras en el resto del país sólo son el 2 %. «Casi todas las familias católicas visitan cada año sus reliquias, y educan a sus hijos compartiendo con ellos la Buena Noticia que san Francisco Javier trajo a nuestra tierra. Los niños crecen dándose cuenta de su contribución a la fe cristiana. No sólo son conscientes, sino que están orgullosos de ser los sucesores de Goycho Saib».

Ser misionera, «el plan de Francisco Javier para mí»

Ante las reliquias de san Francisco Javier, «muchos sienten este desafío: él vino de lejos para traernos la Buena Noticia. ¿Y qué hacemos nosotros por nuestra gente? Esto inspira a mucha gente a seguir las huellas del santo». Así le pasó a la Hermana Ida Rodrigues, que aprendió en su familia la devoción al Patrono de las misiones. Son de Goa, su padre se llama Francisco Javier, y aunque vivían en otra parte del país, «cada año íbamos a Goa en vacaciones, y visitábamos las reliquias. Mi madre me enseñó a tenerle devoción, siempre le rezábamos, y de pequeña pensaba que Francisco Javier era de Goa», de lo cercano que lo sentía. Ida está convencida de que «él tenía un plan para mí», y que la fue guiando para que entrara en las Misioneras de Cristo Jesús, una congregación española fundada en Javier (donde nació el santo). «San Francisco me bendice siempre. Le quiero mucho y le sigo rezando».