No sólo una historia de 850 años, sino un lugar de gracia - Alfa y Omega

No sólo una historia de 850 años, sino un lugar de gracia

Una misma comunión e identidad de fe ha unido, en peregrinación, dos recientes acontecimientos eclesiales: la peregrinación del Santo Padre Benedicto XVI al santuario mariano de Mariazell, corazón católico de Austria, y la peregrinación a Castel Gandolfo, para encontrarse con el Vicario de Cristo, de cinco mil jóvenes de las diócesis de la Provincia Eclesiástica de Madrid, con su arzobispo metropolitano, cardenal Rouco Varela, a la cabeza. Aunque, en su día, Alfa y Omega se hizo eco de lo esencial de ambos acontecimientos, por su especial importancia ofrecemos, en este especial Documentos Alfa y Omega, los textos íntegros de los discursos pronunciados por el Papa, y los textos principales de la peregrinación madrileña a Castel Gandolfo

Papa Benedicto XVI
Santuario de Mariazell, corazón maternal de Austria

Señor Presidente federal; señor Canciller federal; venerado señor cardenal; queridos hermanos en el episcopado; ilustres señoras y señores; queridos jóvenes amigos: Con gran alegría vengo por primera vez desde el inicio de mi pontificado a Austria, país que me es familiar por la cercanía geográfica al lugar de mi nacimiento, y no sólo por eso. Le agradezco, señor Presidente federal, las cordiales palabras con las que me ha dado la bienvenida en nombre de todo el pueblo austriaco. Usted sabe que me siento muy vinculado a su patria y a muchas personas y lugares de su país. Este espacio cultural en el centro de Europa supera fronteras y aúna impulsos y fuerzas de varias partes del continente. La cultura de este país está profundamente impregnada del mensaje de Jesucristo y de la actividad que la Iglesia ha llevado a cabo en su nombre. Todo ello y muchas otras cosas me dan la viva impresión de sentirme entre vosotros, queridos austriacos, como si estuviera en mi casa.

El motivo de mi venida a Austria es el 850 aniversario del lugar sagrado de Mariazell. Este santuario de la Virgen constituye, en cierto modo, el corazón materno de Austria y reviste, desde siempre, una importancia particular también para los húngaros y para los pueblos eslavos. Es símbolo de una apertura que no sólo supera fronteras geográficas y nacionales, sino que, además, en la persona de María, remite a una dimensión esencial del hombre: la capacidad de abrirse a la palabra de Dios y a su verdad.

Con esta perspectiva, durante los próximos tres días, deseo realizar aquí, en Austria, mi peregrinación a Mariazell. En los últimos años se constata con alegría que numerosas personas tienen un interés cada vez mayor por la peregrinación. Al estar en camino durante una peregrinación, también los jóvenes hallan una nueva oportunidad de reflexión meditativa; se conocen unos a otros y juntos se encuentran ante la creación, pero también ante la historia de la fe, que con frecuencia experimentan inesperadamente como una fuerza para el presente. Considero mi peregrinación a Mariazell como un ponerme en camino juntamente con los peregrinos de nuestro tiempo. En este sentido, dentro de poco, en el centro de Viena, iniciaré la oración común que, como una peregrinación espiritual, acompañará estas jornadas en todo el país.

Mariazell no sólo tiene una historia de 850 años, sino que, además, basándose en la experiencia de la Historia -y sobre todo teniendo en cuenta que la estatua milagrosa remite maternalmente a Cristo-, indica el camino hacia el futuro. Desde esta perspectiva, juntamente con las autoridades políticas de este país y con los representantes de las organizaciones internacionales, quisiera hoy echar una mirada a nuestro presente y a nuestro futuro.

Mañana es la fiesta de la Natividad de María, la fiesta patronal de Mariazell, un lugar de gracia. En la celebración eucarística ante la basílica nos reuniremos, según la indicación de María, en torno a Cristo que viene a estar con nosotros. A Él le pediremos que nos ayude a contemplarlo cada vez más claramente, a reconocerlo en nuestros hermanos, a servirlo en ellos y a ir juntamente con Él hacia el Padre. Como peregrinos al santuario, en la oración y a través de los medios de comunicación social, estaremos unidos a todos los fieles y a los hombres de buena voluntad aquí, en el país, y mucho más allá de sus fronteras.

Peregrinación no sólo significa camino hacia un santuario. También es esencial el camino de vuelta hacia la vida ordinaria. Nuestra vida diaria de cada semana comienza el domingo, don liberatorio de Dios que queremos acoger y conservar. Así, celebraremos este domingo en la catedral de San Esteban en comunión con todos los que en las parroquias de Austria y en el mundo entero se congregarán para la santa misa.

Señoras y señores, sé que muchas personas en Austria usan, en parte, el domingo, por ser un día en que no se trabaja, y también los tiempos libres en otros días de la semana, para un compromiso voluntario al servicio de los demás. Este compromiso, realizado con generosidad y desinterés por el bien y la salvación de los demás, marca también la peregrinación de nuestra vida. Quien contempla al prójimo -lo ve y le ayuda- contempla a Cristo y lo sirve. Guiados y animados por María, queremos agudizar nuestra mirada cristiana para descubrir los desafíos que hemos de afrontar con el espíritu del Evangelio y, llenos de gratitud y de esperanza, desde un pasado a veces difícil, pero también siempre colmado de gracia, nos encaminamos hacia un futuro rico en promesas.

Señor Presidente federal, queridos amigos, me alegro de estas jornadas en Austria y al inicio de mi peregrinación lo saludo a usted y a todos vosotros con un cordial Grüß Gott!