La reconstrucción moral de Chile, tras el terremoto - Alfa y Omega

La reconstrucción moral de Chile, tras el terremoto

Coincidiendo con la visita del cardenal Bertone a Chile, el cardenal chileno Jorge Medina Estévez, Prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino, firma un artículo, en el último número de la revista Humanitas, del que reproducimos los párrafos más destacados. Además de encomendar a Dios las víctimas y damnificados del seísmo, apunta a una reconstrucción mucho más importante que la material

Colaborador
La reconstrucción de los valores es tanto más importante que la material

El pasado 27 de marzo, un terrible terremoto, y un maremoto, azotaron a Chile. Este tipo de calamidades ha sido recurrente en la historia del país, según noticias que se remontan al ya lejano siglo XVI. El terremoto que acaba de sacudir el territorio chileno ha dejado un saldo de aproximadamente seiscientas personas fallecidas o desaparecidas, pero la devastación material ha afectado desde Santiago hasta Concepción, y el costo de la reconstrucción alcanzará, según las cifras oficiales, más de treinta mil millones de dólares. ¿Qué pensar acerca de este doloroso acontecimiento, a la luz de la fe cristiana y católica, que pueda ayudar a interpretar el significado de lo ocurrido?

Las llagas del tejido social

La destrucción de muchos bienes patrimoniales nos invita a pensar dónde hemos puesto nuestro tesoro, si en las cosas transitorias o en las que permanecerán para siempre, y si en la construcción de las realidades temporales hemos procedido con la competencia y honradez que merecen Dios y nuestros hermanos.

Hemos de lamentar, ciertamente, la pérdida de un acervo cultural y religioso importante y que será preciso reconstruir en la medida de lo posible. Pero, desde el punto de vista de la fe, no podemos dejar de comprobar un deterioro considerable del edificio espiritual de la comunidad cristiana: el descenso vertiginoso de la natalidad; los abortos clandestinos y las vidas eliminadas mediante fármacos abortivos, vidas que conforman una pavorosa multitud de desaparecidos que a nadie alarma y que no parecen preocupar como lo merecen; el aumento de los niños nacidos fuera de matrimonio; la multiplicación de los divorcios, favorecidos por la ley civil; la promoción de la lujuria; la proliferación de uniones de hecho al margen del matrimonio; el narcotráfico; la drogadicción; el recurso generalizado a la mentira en todas sus formas; la corrupción en el manejo de los dineros públicos y privados; el afán de lucro a cualquier precio y por cualquier medio; el egoísmo en las relaciones contractuales y laborales; la pereza y la irresponsabilidad en el ejercicio de las propias funciones; etc.

El seísmo ha dejado a la vista la magnitud de algunas de estas llagas del tejido social e impone una labor educativa en valores, sin los cuales la reconstrucción material no pasaría de ser un estuco sin un muro sólido que lo sostenga y le dé consistencia. La reconstrucción valórica es tanto más importante que la material, y nunca se podrá dar por terminada, porque el deterioro moral es una amenaza permanente y que puede despertar en forma penosa y brutal, como se ha visto en el pillaje y los saqueos realizados a raíz del terremoto.

Pero si es realista reconocer las debilidades morales, tan evidentes por lo demás, no es menos cierto que el seísmo ha demostrado que en el corazón de muchos existe, gracias a Dios, un acervo de generosidad, de servicialidad, de amor al prójimo y de sacrificio que constituye una reserva espiritual promisora de mejores días en la construcción de una comunidad nacional fraterna y reconciliada. Esas nobles disposiciones necesitan ser estimuladas, educadas y cimentadas en principios sólidos que vayan más allá de los sentimientos y emociones que pueden ser pasajeros y disiparse con el tiempo y la pérdida del sentido de las urgencias.

Dar lo mejor de uno mismo

Elevaremos nuestra oración al Padre misericordioso para que acoja en su santo reino a las almas de quienes perdieron la vida en el terremoto y en el maremoto, para que conforte a quienes han sufrido la pérdida de sus casas y pertenencias, para que dé generosidad a quienes pueden ayudar con bienes o servicios, para que conceda sabiduría, fortaleza y perseverancia a las autoridades que deben afrontar el desafío de la reconstrucción sin otra mira que el bien común de la nación y con prescindencia de cualquier cálculo mezquino que pudiera favorecer menguados intereses. Rogaremos para que el Señor recompense con largueza a quienes han sido generosos para contribuir con bienes materiales, con servicios o en cualquier otra forma al alivio de los que han sufrido y siguen sufriendo las consecuencias del seísmo. Oraremos para que todos los miembros de la Iglesia católica, de las demás Iglesias y comunidades cristianas y los creyentes no cristianos, pongamos lo mejor de nosotros mismos en orden a hacer posible, con la gracia de Dios, la reconstrucción espiritual de nuestra patria, bien convencidos de que lo que no se ve es más importante que lo que se ve, lo espiritual es más relevante que lo puramente material.

Cardenal Jorge Medina Estévez