El Papa declara venerable a una religiosa dirigida espiritualmente por el cardenal Osoro - Alfa y Omega

El Papa declara venerable a una religiosa dirigida espiritualmente por el cardenal Osoro

Tras curarse milagrosamente, María Mercedes Cabeza se consagró al servicio a Dios y a los moribundos y a los niños abandonados de Santander. Allí vivió el resto de su vida, y ahí la conoció el cardenal Carlos Osoro, que fue su director espiritual los últimos 15 años de su vida. El Papa ha reconocido sus virtudes heroicas, y las del pediatra alicantino Pedro Herrero Rubio

Redacción

El Papa ha aprobado este lunes las virtudes heroicas de dos españoles: Pedro Herrero Rubio, laico alicantino, y madre María de las Mercedes Cabeza Terrero, fundadora de las Operarias Misioneras del Sagrado Corazón y a quien el cardenal Carlos Osoro dirigió espiritualmente durante sus últimos 15 años de vida, siendo él rector del Seminario de Santander.

A los 25 años, madre Mercedes Cabeza (1911-1993) se curó milagrosamente por intercesión del beato Bernardo de Hoyos. Este suceso y la experiencia del amor de Dios la marcaron, y empezó a sentir la vocación a consagrarse a Dios para servir a los más necesitados. Se instaló con las primeras compañeras en Campogiro, en los suburbios, y allí pusieron en marcha una residencia para niñas de familias humildes o rotas. También hacían una gran labor de caridad y apostolado en el vecindario, y hasta la policía sabía que su casa siempre estaba abierta. También vivía un profundo espíritu de reparación. Al despedirse de la diócesis de Valencia, don Carlos Osoro la recordó, citando una frase que ella le decía siempre: «El más pobre es quien no conoce a Dios. Hay que ir a buscarlos donde estén».

Prestigioso pediatra

Pedro Herrero (1904-1978) fue uno de los pioneros de la modernización de la Pediatría en España. Estudió y sacó unas notas brillantes en la única promoción que reunió a cuatro catedráticos de renombre universal: Cajal, Negrín, Marañón y Castroviejo. Después perfeccionó sus estudios en París y Bruselas. Fue presidente del Colegio de Médicos de Alicante más de tres décadas, y fue inscrito en el Cuadro de Honor del Consejo de Médicos de España.

Sin embargo, no eran los títulos y el prestigio profesional lo que le salvó la vida durante la Guerra Civil. A pesar de la persecución religiosa, Herrero participaba de forma asidua en las misas secretas en la llamada “catedral de la Rambla”. Su identidad como católico devoto no pasó desapercibida. Fue detenido por milicianos, que lo llevaron a Valencia. Sin embargo, el clamor popular a su favor fue tal que el Frente Popular de Alicante decidió liberarlo.

El médico del 600

Este médico, que curiosamente no pudo tener hijos con su mujer, Patrocinio Javaloy, se había ganado el cariño de todos por su entrega a favor de los hijos de los demás. En una época en la que no existía la Seguridad Social, dirigió durante 33 años una institución que atendía a las familias de los trabajadores del puerto. Visitaba de forma asidua los barrios más deprimidos, como las Cuevas del Castillo de San Fernando o el ya desaparecido Barrio de las Provincias. Desde allí, muchas veces, llevaba a los niños que lo necesitaban al hospital en su SEAT 600.

Tampoco dudaba en seguir atendiendo a quienes más lo necesitaban en sus tiempos de descanso, como un verano que perdió las vacaciones por cuidar de unos gemelos prematuros. Colaboró en la creación de La Ciudad de los Muchachos, y luchó para que se fundara en su ciudad un Cottolengo del Padre Alegre. Esta dedicación a los demás le ha valido que la ciudad de Alicante, en diversos momentos, haya puesto su nombre a un colegio, una calle y un parque, y haya inaugurado un monumento en su honor.

Además de conocerse su labor a favor de los niños enfermos, se sabía bien de dónde se nutría su entrega a los demás. Estuvo implicado y fue presidente tanto de la Adoración Nocturna de Alicante como de Acción Católica, y llamaba la atención por el recogimiento con el que rezaba cada día antes de comer ante el Santísimo en la capilla de las Capuchinas. Esta presencia del Señor le acompañaba luego en su labor, en el transcurso de la cual consiguió que fueran bautizados muchos niños cuyos padres, anteriormente, no habían querido hacerlo.