El diálogo entre los cristianos según el Papa: Con los pies en la tierra y las manos en el lodo - Alfa y Omega

El diálogo entre los cristianos según el Papa: Con los pies en la tierra y las manos en el lodo

Para Francisco, el diálogo entre los cristianos se construye todos los días. Con los pies en la tierra y las manos en el lodo. El lodo de la caridad y de los excluidos. Es un ecumenismo en acción, donde la teología no se teoriza: se vive. Convicciones que han marcado todo su pontificado y que quedaron de manifiesto en su histórica visita a la iglesia anglicana Todos los Santos de Roma. Allí, el Papa respondió improvisando algunas preguntas y anunció su voluntad de viajar a Sudán del Sur acompañado por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby

Andrés Beltramo Álvarez
El Papa recibe unos dulces como regalo al término de su visita a la iglesia anglicana de Todos los Santos. Foto: CNS

Por primera vez un Pontífice visitaba un templo anglicano en la capital italiana. Francisco respondió así a la invitación por el 200º aniversario de la parroquia, ubicada en pleno centro de la ciudad, a unos pasos de la Plaza del Popolo. Fue recibido por Robert Innes, obispo de la diócesis europea de la Iglesia de Inglaterra. Además de responder a tres preguntas, pronunció un discurso.

Humildad y misericordia. En esas dos palabras, Jorge Mario Bergoglio identificó la clave de la unidad entre los cristianos. Humildad para reconocerse como hermanos, no obstante las dificultades del pasado. Misericordia como camino para dar un «testimonio común» del Evangelio y llevarla a la práctica mediante el servicio a los más necesitados. Un modelo que mantiene constantemente anclado en la realidad un diálogo que podría perderse en superficialidades. Y que busca ser un antídoto contra los fundamentalismos.

La amenaza de radicalizarse, rechazando al otro, es también un peligro del ecumenismo. Por eso, al responder a las preguntas advirtió: «Es verdad que en la historia hay cosas feas por todos lados. [Pero] sacar un pedazo de la historia y portarlo como si fuera un icono de la relación no es justo. Un hecho histórico debe ser leído en la hermenéutica de este momento, no con otra».

La alusión no resulta superficial, sobre todo en el caso de la comunidad anglicana. Un cisma tortuoso como el de Enrique VIII, tras la negativa del Papa a concederle el divorcio de Catalina de Aragón, dejó marcada a fuego la historia de su país y de la Iglesia. Arrojó como saldo dos mártires (el canciller santo Tomás Moro, y el obispo san Juan Fisher), y siglos de división y encono.

Pero aquello es cosa del pasado. Actualmente, como aclaró Francisco, «las relaciones entre católicos y anglicanos son buenas». Y apuntó: «Nos queremos como hermanos. A veces, el progreso en el camino hacia la plena comunión puede parecer lento e incierto, pero hoy podemos sacar ánimos de nuestro encuentro. Por primera vez un Obispo de Roma visita vuestra comunidad. Es una gracia y también una responsabilidad: la responsabilidad de reforzar nuestras relaciones de alabanza de Cristo, para servicio del Evangelio y de esta ciudad».

«No hacemos todas las cosas iguales, pero caminamos juntos», aclaró. El camino. Es el emblema más ilustrativo de ese ecumenismo en la práctica. Una imagen vale más que mil palabras, escribió el Papa hace unos días en la red social Twitter. Una máxima que también se aplica al diálogo con las otras Iglesias cristianas. Una máxima que Francisco ha llevado a la práctica, una y otra vez.

Ecumenismo en acción

Nadie podrá olvidar la escena de aquel histórico abrazo con el patriarca Cirilo de Moscú, cabeza de la Iglesia ortodoxa rusa, bajo el cielo de La Habana el 12 de febrero de 2016. Una operación de diplomacia ecuménica de alto nivel. Una reunión sin precedentes. La foto de ellos dos, sus miradas cruzadas y la confianza mutua, constituyeron un poderoso mensaje: el encuentro es posible, sin importar la distancia, las divisiones y confrontaciones del pasado.

Un efecto similar tuvo el viaje de Francisco con el patriarca ortodoxo ecuménico, Bartolomé I, a la isla de Lesbos. Exactamente dos meses después del viaje a Cuba, el 16 de abril pasado. Un nuevo abrazo, no solo entre los líderes religiosos. Más bien de ellos a los refugiados. Los excluidos de hoy. Otra vez un mensaje de gran poder: los cristianos pueden colaborar, en igualdad de condiciones, en la ayuda a los demás.

La fórmula se repitió en el viaje apostólico a Suecia, el 31 de octubre y 1 de noviembre pasados. En Lund, Bergoglio tomó parte de una celebración ecuménica para conmemorar los 500 años de las tesis de Martín Lutero, que originaron la Reforma. Por ello fue duramente criticado. Lo acusaron de «celebrar» un cisma, de ensalzar al clérigo alemán. Pero en esa visita, en realidad indicó el horizonte del ecumenismo en el futuro: rezar, dar testimonio y ejercitar la caridad. Es más, aquella gira papal estuvo organizada respetando esos criterios: la oración en la catedral luterana primero, un encuentro de testimonios y solidaridad, después.

Con esos antecedentes, no resultó extraño el anuncio del Papa sobre su intención de visitar África con el líder anglicano. «Estoy estudiando, mis colaboradores están estudiando, la posibilidad de un viaje a Sudán del Sur. ¿Por qué? Porque vinieron los obispos, el anglicano, el presbiteriano y el católico, los tres juntos a decirme: “Por favor, venga, solamente un día, pero no venga solo, venga con Justin Welby”, es decir el arzobispo de Canterbury. De ellos, una iglesia joven, vino esta creatividad. Y estamos pensando si se puede hacer, si la situación no es demasiado fea allá. Debemos hacerlo porque ellos, los tres, juntos quieren la paz, y trabajan juntos por la paz», explicó en otra de sus respuestas, en la iglesia de Todos los Santos.

Un viaje a Sudán del Sur se antoja de alto riesgo. Como el que cumplió Francisco a la República Centroafricana en noviembre de 2015. Tras aquella visita, las etnias en pugna aceptaron firmar un inédito acuerdo de paz. Un futuro recorrido papal, aunque sea breve, podría cambiar la suerte del país africano aún enfrascado en una guerra fratricida.

El ecumenismo en acción del Papa no es una mera alianza humanitaria. El camino que transitar no sustituye el diálogo teológico sobre los asuntos pendientes. De hecho, entre las preguntas que recibió Bergoglio en el templo anglicano, se centró en esta diatriba: ¿Qué es más importante, el diálogo teológico o la acción social?

«Las dos son importantes», replicó el Obispo de Roma, que insistió en que la teología es importante para buscar las raíces y avanzar en aquello sobre lo cual aún no existe acuerdo. Pero advirtió que eso no puede realizarse «en un laboratorio». «Se debe hacer caminando, a lo largo del camino», apuntó. A juicio del Papa, no puede realizarse el diálogo ecuménico si uno está detenido, fijo. Porque el diálogo es, en sí mismo, un camino.

Y recordó, a manera de resumen, un chiste que le contó el patriarca de Constantinopla, Atenágoras, al Papa Pablo VI cuando se encontraron por primera vez, el 5 de enero de 1964 en Jerusalén. Un comentario que se mantuvo como una indiscreción –no confirmada oficialmente– durante años. Y por cuya veracidad le interrogó el propio Francisco a Bartolomé, recibiendo una contestación afirmativa. Poco después de abrazar a Pablo VI, en medio del protocolo y de la invasión de los medios, Atenágoras susurró su broma: «Nosotros hacemos la unidad entre nosotros, y a todos los teólogos ¡los ponemos en una isla para que piensen!».