De la droga a la resurrección: «Doy gracias a Dios porque hoy soy un resucitado» - Alfa y Omega

De la droga a la resurrección: «Doy gracias a Dios porque hoy soy un resucitado»

Varios miembros de la Comunidad del Cenáculo han estado en varias parroquias y colegios de Madrid dando testimonio de su conversión y cómo gracias a Dios y sus hermanos de comunidad están dejando atrás las adicciones. Luis es uno de ellos, y dio su testimonio en la parroquia de San Germán

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

«Tengo 46 años y empecé a tontear con las drogas cuando tenía 13. Primero fueron los porros, y luego vinieron los primeros tripis, y después la cocaína. Me divertía y no pasaba nada, pensaba que controlaba.

A las drogas llegué porque de pequeño sentí incomprensiones y complejos que me callaba y guardaba dentro. Cuando era joven, mi padre se quedó sin trabajo y me tuve que poner a trabajar, y las drogas me servían de escapatoria.

Con los años me hice músico profesional, viviendo la noche madrileña, fueron años muy divertidos pero que me pasaron factura. Entonces decidí dejar la música para poder dejar el mundo de la noche, y me puse a estudiar y trabajar, fundé varias empresas, me casé… Tenía coches de lujo, pero mi vida fue un fracaso. Luché mucho y lo tuve todo, pero en determinado momento me quise matar, no podía gestionar mi vida, porque seguía metido en todo tipo de drogas, anestesiándome, corriendo siempre hacia adelante.

Hace tres años tomé la decisión de entrar en la Comunidad, y poco a poco he ido caminando, con la ayuda de mis hermanos. He ido recuperando las ganas de vivir. He encontrado en las cosas sencillas el sentido de mi vida, gracias al Señor, gracias a la oración, gracias a mis hermanos, que me dicen las cosas en las que fallo. Doy gracias a Dios porque yo soy ahora un resucitado.

Mi problema en realidad no era la droga, sino lo que está debajo y que te empuja a la droga. En mi caso era el vivir para mí, mi egoísmo, etc. El camino ahora es sanar todas esas cosas que me llevaban a consumir. Gracias a Dios he ido trabajando todo esto, gracias a los hermanos que me dicen la verdad, que soy un orgulloso y un egoísta. Porque los tres pilares de la comunidad son la oración, el trabajo y la amistad verdadera, la de los que nos dicen las cosas que no te gustan, y que te hacen que abajes tu orgullo.

Y la oración: yo doy gracias a Dios porque a 10 metros de mi cama tengo una capilla a la que puedo ir a rezar cuando quiera, a las dos de la mañana si lo necesito, ahí he sanado muchísimas cosas de mi pasado y he encontrado respuestas y sentido para mi vida.

Yo ya conocía a Dios: en el año 2000 hice un cursillo de cristiandad y empecé a hacer muchas cosas, ahí conocí al Señor y me metí a hacer muchas actividades, voluntariados y cosas así, pero yo no terminaba de cerrar mi corazón al mal, y dejaba una rendija que se me metía dentro y me destruía completamente.

Y recaía. Yo pensaba que no había solución para mí. Hice terapias y estuve metido en psicólogos muchos años, pero no me podían ayudar porque no me entendían. Sin embargo, al llegar a la Comunidad, tenía pegado a mí un chaval de 20 años que me ayudaba diciéndome la verdad. Esos chicos me entendían, y así empecé a sanar. Lo que estoy haciendo ahora es un camino de fe verdadero.

Tocar fondo yo creo que no existe. Cuando me intenté matar creí que estaba tocando fondo, pero en realidad continué viviendo así un año más, haciendo el estúpido. Yo creo que la final es puro cansancio, decir: «Ya no puedo más».

En la comunidad no tenemos televisión, no tenemos móviles, no tenemos periódicos, estamos en el campo… todo eso me ha hecho mucho bien. Aislarte de todo te permite conocerte mejor y hacer un amistad verdadera con los hermanos. Hablamos y nos ponemos de acuerdo para contarnos nuestra vida, para conocernos, para tener una amistad verdadera. Así crecen las relaciones personales.

Hoy vivo de la Providencia y soy feliz. Me levanto cada mañana y doy gracias por la vida.

Cambiar tampoco es un click, y cambias. Es un día a día. Me he dado cuenta de que el Señor me ha hecho ver que era un discapacitado en el amor, que donde tenía que crecer era en el amor».

Así es la Comunidad del Cenáculo

La Comunidad del Cenáculo la inició la Madre Elvira en Italia 1983, cuando se sintió llamada a ayudar a los jóvenes con problemas de adicciones. «Eran jóvenes en búsqueda, y lo gritaban tan fuerte que lo hacían con la droga. Querían saber si el amor existe, si se puede tener paz interior», diría más tarde.

Así inició una comunidad «que no da caramelos, que es exigente». Así, en las más de 65 casas que la comunidad tiene por toda Europa, los jóvenes se levantan a las seis de la mañana para rezar el primer Rosario del día, los misterios gozosos. Después comparten el Evangelio del día. Desayunan y comienza el trabajo: limpieza, cocina, ir al bosque, cuidar los animales. A las doce y media se come y después hay tiempo libre. A las dos se reza caminando los misterios dolorosos del Rosario. Luego vuelta al trabajo, y luego un tiempo de deporte y otras actividades, y después el tercer Rosario del día. A las 19:30 es la cena y un poco de tiempo libre hasta las 21 en que los jóvenes van a la capilla y después a la cama. También hay un tiempo de adoración personal al Señor y celebran la Eucaristía tres veces por semana. Los viernes ayunan todos a pan y agua.

A los nuevos les asignan un «ángel», un hermano que lleva ya tiempo en la comunidad y que le acompañará a todas horas.

La comunidad vive de la Providencia. No aceptan dinero ni subvenciones. Y no acumulan para el mañana, viven al día.

No es una comunidad religiosa, sino que la comunidad la forman exclusivamente los chicos, aunque ya ha dado numerosas vocaciones consagradas y sacerdotales.

Es sobre todo para drogodependientes, pero también pueden acudir personas con otros problemas de dependencias o también con depresiones, para volver a percibir el sentido de la vida y sanar sus vidas.

«El amor es más fuerte que los desastres, que los fallos, que los fracasos», afirma Madre Elvira. «Y no es solo la curación, sino la salvación, tener el corazón libre, lleno de amor, de perdón, de gratitud a Dios».

En España hay casas en Tarrasa y en Tarragona, y ya hay muchas personas trabajando y orando para que se abra una casa en Madrid.

Más información: www.comunitacenacolo.it