«La comunidad internacional no puede permanecer pasiva» - Alfa y Omega

«La comunidad internacional no puede permanecer pasiva»

El Papa Francisco ha convocado a los cardenales y a los Patriarcas Orientales a un consistorio en el que se hablará sobre la situación de los cristianos en Oriente Próximo

Ricardo Benjumea
Refugiados huidos de Mosul, en oración en un colegio que los acogió en Irbil (Iraq), el pasado 6 de septiembre

Además de la familia, otro asunto que preocupa especialmente al Papa es la persecución a los cristianos. El 19 de octubre, se clausura el Sínodo, y al día siguiente, los cardenales y Patriarcas están convocados a un consistorio para Causas de canonización, en el que se hablará de la situación en Oriente Próximo. Francisco quiere dar continuidad a los trabajos desarrollados del 2 al 4 de octubre en el Vaticano por los nuncios en estos países, junto a varios responsables de dicasterios romanos.

El encuentro concluyó con un comunicado en el que se afirma que «es lícito detener al agresor injusto, desde el respeto al Derecho internacional». «La comunidad internacional -añade el texto- no puede permanecer pasiva ante la masacre de personas por su religión o etnia, ni ante las decapitaciones y crucifixiones de seres humanos en las plazas, o ante el éxodo de miles de personas y la destrucción de los lugares de culto».

Un mensaje similar lanzó, días antes, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el cardenal Parolin, para quien la apatía de la comunidad internacional es, «en algunos casos, sinónimo de irresponsabilidad». El Secretario de Estado recordó que la ONU fue creada para dar respuesta a situaciones como ésta, y resaltó «el deber de proteger» a poblaciones indefensas que están siendo masacradas. «La situación actual, aunque de hecho sea bastante grave, es también ocasión para que los Estados miembros honren el verdadero espíritu de la Carta de las Naciones Unidas», dijo. El purpurado planteó, además, una reflexión sobre la responsabilidad de los líderes religiosos en la deslegitimación de la violencia, y sobre las causas que, en muchos países, atraen hacia el extremismo islamista a jóvenes «a menudo desilusionados por la indiferencia generalizada y la falta de valores de las sociedades más ricas».

En la misma sesión de la Asamblea General, participó el rey Abdalá II de Jordania, que afirmó que «los árabes cristianos son una parte esencial» de Oriente Medio. Reconocía así el papel vertebrador de los cristianos en sociedades hoy profundamente escindidas, ante una especie de guerra civil que libran en la región los sunitas contra los chiítas, con los kurdos y otras minorías como terceros en discordia.

La Santa Sede, en el transcurso de diversos encuentros dedicados en los últimos meses a analizar la situación en la zona, ha defendido, como requisitos para la paz, la integridad territorial de los Estados y el respeto a las minorías, de modo que todas se sientan representadas por sus Gobiernos. El Vaticano pide también el cese del envío de armas a Irak o Siria, el aislamiento de los radicales y una mesa de diálogo internacional, en la que tengan cabida los principales actores regionales, como Irán y Arabia Saudí.

Pero la primera prioridad de la Santa Sede -como dijo el cardenal Pietro Parolin, en la Misa de clausura del encuentro de nuncios- es que «los cristianos perseguidos y todos los que sufren injustamente deben reconocer en la Iglesia la institución que los defiende, que reza y actúa por ellos, que no tiene miedo de decir la verdad».