Bernini: el cincel de Dios - Alfa y Omega

Bernini: el cincel de Dios

Hasta el 8 de febrero, el Museo del Prado abre sus puertas a la exposición Las ánimas de Bernini. Arte en Roma para la corte española, primera muestra dedicada en nuestro país a uno de los artistas más influyentes del siglo XVII, que ahonda en su relación con la corte española

Eva Fernández
La obra definitiva en mármol, en la iglesia romana de Santa María de la Victoria
La obra definitiva en mármol, en la iglesia romana de Santa María de la Victoria.

Desde hace 400 años, la columnata que rodea a la basílica de San Pedro nos recibe con un fraternal abrazo. Todavía hoy impresiona ese bosque de mármol travertino que arropa y envuelve las pisadas de quienes, a lo largo de los siglos, se acercan hasta la plaza más bella del mundo. Y todo gracias a la mente de un escultor que se atrevió con la arquitectura, quizás porque la trataba como una forma escultórica. Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), el gran artífice de la Roma barroca, también trabajó para mecenas españoles. Lo descubrimos en esta muestra, que ilustra su relación con los dos últimos Austrias, Felipe IV y Carlos II, y sus representantes en Roma, embajadores y cardenales. Felipe IV tenía mucho interés en estrechar lazos con el papado, y por ese motivo financió obras en alguna de las basílicas más importantes de la ciudad eterna, desde San Pedro hasta Santa María la Mayor. Si algo deseaba aquella Roma del Concilio de Trento eran artistas tocados con una genialidad capaz de reparar los jirones abiertos por Lutero.

Bernini gozó de la protección de ocho Pontífices. Cuando sólo tenía 8 años, su padre, también artista, lo llevó ante Pablo V para demostrarle su valía. Sorprendido por la rapidez con la que dibujó la cabeza de san Pablo, el Papa advirtió a los presentes que se encontraban ante el próximo Miguel Ángel.

Bernini estaba obsesionado con imprimir movimiento y emociones humanas a cada una de sus creaciones. Deseaba esculpir el alma que escondían los bloques de mármol que guardaba en su taller. El prelado español Pedro Foix de Montoya, asentado en Roma, le encargó dos bustos que representaran los sentimientos del alma ante la contemplación del cielo y del infierno. El resultado fue Ánima beata (Alma bienaventurada) y Ánima dannata (Alma condenada), piezas realizadas en 1619, que resumen a la perfección el talento expresivo de Bernini. Mientras el alma bienaventurada mira hacia el cielo, paladeando ya en sus ojos la dicha de la Gloria, el alma condenada contempla horrorizada los horrores del infierno. Es el instante congelado de una tragedia. Un grito sin consuelo, la expresión misma del espanto. El retrato mismo del horror. Su propio autorretrato. Cuentan que, para realizarlo, Bernini, que tenía 21 años, se plantó frente al espejo hasta que encontró el gesto de quien se asoma al umbral del infierno.

Se descubre aquí su interés por el teatro. En 1622, es nombrado Cavalieri por el Papa Gregorio XV. A partir de entonces, en la historia del arte será conocido como El Caballero. Creaba sin descanso. Cuentan que esculpió el magnífico retrato del cardenal Scipione Borghese (1632) en muy pocos días, al descubrir que su primera versión presentaba una pequeña grieta en la frente. Muchos críticos consideran que la potencia expresiva con que retrató al sobrino de Pablo V, lo convierten en el mejor retrato del siglo XVII. Se trata de un busto de gran personalidad, con facciones tejidas en el mármol, que parece va a arrancarse a hablar.

De su relación con España también destaca el boceto en terracota del grupo escultórico El Éxtasis de santa Teresa (1647-1651). Su versión definitiva en mármol, se encuentra en la iglesia de Santa María de la Victoria, en Roma. Imposible no quedar hipnotizado ante el movimiento de los pliegues. Es el éxtasis del mármol. La cumbre de la agitación mística de toda la escultura barroca, que, en palabras de la Santa de Ávila, describe ese instante en el que un dardo de oro ardiente penetra su corazón, dejándola toda inflamada de amor divino.

La propia ciudad de Roma es el mejor museo de Bernini. Urbano VIII le encargó el Baldaquino, una colosal estructura de bronce, madera y mármol, cuyas columnas se alzan al cielo majestuosas para cobijar el misterio eucarístico. En los últimos años (murió a los 82), gozó de la amistad de Cristina de Suecia, que ya había abdicado del trono, tras convertirse al catolicismo. Ella fue el artífice de que se escribiera su primera biografía. Para ese momento, las obras del cincel de Dios, ya eran inmortales.

El Museo del Prado expone también dibujos españoles de la Kunsthalle de Hamburgo
'San Francisco abrazado al Crucificado', Murillo

Se trata de uno de los conjuntos de dibujo español más importantes del mundo, formado por más de 200 obras de distinto formato, que abarcan desde el siglo XVI al XIX. Esta colección fue reunida en Sevilla a comienzos del siglo XIX, y tras ser vendida en el mercado londinense, terminó en la Kunsthalle, de Hamburgo, en 1891, pero durante muchos años sólo vieron la luz en contadas ocasiones. El núcleo de la colección está formado por dibujos de Murillo, Alonso Cano, Zurbarán, Juan Valdés Leal, y por supuesto, Goya.

La muestra Dibujos españoles en la Kunsthalle de Hamburgo puede visitarse, hasta el 8 de febrero, en el Museo del Prado de Madrid.