El papel de los laicos hoy: ¿Simple feligrés o sacristán diplomado? - Alfa y Omega

El papel de los laicos hoy: ¿Simple feligrés o sacristán diplomado?

La Acción Católica busca un nuevo aire. Una renovación, que comience por asumir la agenda del Papa. Un proceso que empuje a sus comunidades a encarnar la Iglesia en salida, en medio de una sociedad plural y secularizada. Una perspectiva fresca, sin perder la propia identidad. En este camino, una etapa clave será su segundo congreso internacional, previsto del 27 al 29 de abril en el Vaticano. Mientras se acerca esa cita, a la que acudirá Francisco, sus líderes reflexionan ya sobre el papel de los laicos hoy: ¿simples feligreses o sacristanes diplomados?

Andrés Beltramo Álvarez
Encuentro preparatorio del Congreso internacional de la AC. En el centro (cuarto por la derecha), Emilio Insaurraga, coordinador mundial. Segundo por la izquierda, Antonio Muñoz, presidente de la AC en España. El obispo argentino Horacio García es el cuarto por la izquierda. Foto: Acción Católica Argentina

La Acción Católica no es un grupo, una asociación o un movimiento. Aunque tiene características de los tres. Según su coordinador mundial, Emilio Insaurraga, es una «experiencia cristiana» que se encarna en cada país, en cada cultura. Actualmente está organizada en un Foro Internacional, que reúne a 28 naciones en los cinco continentes. Resulta imposible contabilizar a todos sus miembros, porque no existen carnés ni credenciales. Pero sus actividades tocan, seguramente, a más de cinco millones de personas. Solo en Burundi, por poner un ejemplo, la AC convoca a 500.000 fieles.

Nacida hace 150 años en Italia, tiene una vivaz presencia en España. Así como en América Latina: en México reúne a 50.000 católicos, en Argentina a 30.000. Aunque son siempre más, si se cuentan a familiares y niños. Ya pasaron 13 años de su primer congreso mundial, que tuvo lugar en Roma en 2004. El próximo tiene un título sugerente: Acción Católica y misión, con todos y por todos.

«[Del Papa] hemos acogido la actitud de salida, de ir hacia fuera y llevar el mensaje de Jesús a todos, integrando a todos, teniendo una predilección por las periferias y aquellos que se sienten más excluidos. Esa es una de las prioridades que él nos ha marcado, tratar de dar nuestro servicio de promoción humana que es un servicio evangelizador», explica Insaurraga en entrevista con Alfa y Omega.

Argentino de nacimiento, coordina el secretariado del FIAC desde antes de la elección pontificia de Jorge Mario Bergoglio. Dejará su puesto en abril tras cinco años de servicio. En coincidencia con el congreso mundial, se celebrará la asamblea que elegirá a su sucesor.

Para él, la insistencia del Papa en la importancia de los laicos para la Iglesia no es una declaración sin más. Es –aclara– entender que todos tienen un lugar en la misión que propone Jesús. Porque seguir el mensaje cristiano es comprometerse con el propio pueblo. «No es una cosa u otra». No se trata de elegir entre evangelización y promoción humana. Las dos cosas van juntas, precisa.

De la «colaboración» a la «corresponsabilidad»

Pero Insaurraga reconoce que abrir espacios para los laicos en la Iglesia sigue siendo difícil. «Exige reflexión, exige diálogo», constata, a pesar de que el rol de los fieles ha ido evolucionando en las últimas décadas en la Iglesia, incluso en el lenguaje. Primero se hablaba de «colaboración», después de «participación» y ahora de «corresponsabilidad». Pero en el corto plazo a se puede aspirar –prosigue– a superar esos conceptos, porque el desafío es lograr «discípulos y misioneros».

«Todos somos Iglesia, todos tenemos que vernos a nosotros mismos como encargados de una misión concreta. Hay personalidades, modos de trabajar desde hace muchísimo tiempo en la Iglesia que se han enquistado como una cultura en distintas comunidades. Cuesta dar ese paso de apertura porque implica salir de una Iglesia autorreferencial, cerrada, y apuntar a una Iglesia que quiere ser hospital de campaña, madre de corazón abierto que recibe a todos», añade.

La Acción Católica tiene un pasado de gloria y una herencia pesada. Fue vanguardia en la defensa de la fe, semillero de mártires, líderes políticos y sociales. Ahora el desafío, para sus integrantes, es mirar con realismo la actualidad. Y formar en consecuencia.

«Estamos en una sociedad plural, en una sociedad donde no queremos imponer la fe, la queremos proponer, sin vergüenza, sin complejos, con toda la autoridad que implica sabernos seguidores de Jesús pero también con toda la humildad de ser conscientes de que cada uno es libre de tomar sus opciones. Y que la propuesta de Jesús, que en definitiva es el amor, necesita la libertad. Necesita que uno opte por él», afirma Insaurraga.

Esa actitud implica una cierta dosis de abnegación. Un difícil equilibrio. Como explica el propio coordinador: no se trata de «diluir» la propia identidad, aceptar todo sin ser crítico. Al contrario, es necesario denunciar las injusticias con firmeza, pero con calma. «No nos mimetizamos, pero tampoco nos encerramos. Participamos de la vida del pueblo. Estamos en la normalidad de la vida, no estamos diez metros flotando sobre el suelo, ni estamos apocados sin decir nada», considera.

Una propuesta distinta a la actitud de salir «con los tapones de punta», como se dice coloquialmente en la Argentina futbolera. Una actitud hostil que nunca fue el estilo de Jesús. «Yo sigo a Jesús no solo en las verdades de fe sino en el modo de vivir. Si Jesús respetaba, por qué no voy a respetar yo. Si Jesús se sentaba con aquella que parecía, a los ojos humanos, una pecadora, ¿por qué no nos vamos a sentar nosotros con todas las personas de toda condición? Me voy a sentar donde estén y cómo estén», replica.

Así, casi sin quererlo, el coordinador mundial de la AC traza el perfil del laico del presente. No con una receta cerrada, sino con reflexiones provocadoras. Y aclara que la Acción Católica, a sus nuevos miembros, les ofrece ese seguimiento de Jesús. Muchos de ellos –explica– provienen de familias heridas, divididas, con problemas materiales y espirituales. Son las dificultades de la sociedad adentro de la Iglesia. Por eso, ante todo, las comunidades AC se han convertido en espacios de sanación, de crecimiento, de maduración y de entrega a los demás.

No a los laicos clericalizados

El Papa, junto a una bandera de la Acción Católica en la plaza de San Pedro. Foto: www.azionecattolicavolterra.it

Planteamientos compartidos por Horacio García, obispo argentino de San Justo y asistente eclesiástico del FIAC. Además de haber sido, durante diez años, vicario general del arzobispo Bergoglio, desde hace 45 pertenece a la Acción Católica. Él está convencido de que el Papa quiere una AC «en salida, abierta», compartiendo la vida del mundo y evangelizando allí donde la gente está.

«Él se da cuenta de que el laico no ha terminado de asumir su responsabilidad como constructor de la historia. Dice que existen los laicos a quienes les gusta ser clericalizados y curas que les gusta clericalizar a los laicos. La mayor aspiración de un laico no puede ser lograr el título de sacristán diplomado. Debe ser alguien con valores evangélicos en el mundo de la política, en la empresa, en el trabajo, en lo social. Ese es el laico comprometido, no solamente el parroquial, el chupacirio. De otra manera, siempre debería estar bajo el paraguas de la institución eclesial para poder vivir el laicado de manera profunda», ilustra.

Coincide Horacio García en que uno de los grandes desafíos para los católicos es la sociedad plural. Se habla mucho de pluralidad –reconoce– pero es difícil ponerla en práctica. Ahora bien, advierte: no se puede pretender que «toda la realidad pase por el ojal de la Iglesia católica». Es necesario aceptar que existen «otras opciones frente a la vida» y respetarlas. Eso no significa a renunciar a una expresión pública de la propia fe, precisa.

Antonio Muñoz, presidente de la Acción Católica General en España y miembro del secretariado FIAC, afirma que a estos desafíos se suma la secularización de una sociedad en la cual se vive de espaldas a Dios o como si Dios no existiera.

«Al laicado, las personas que vivimos en el mundo, nos toca demostrar que Dios está presente. No solo con un testimonio implícito, sino con un anuncio explícito. La tendencia social es reducir la fe al ámbito de lo privado. La secularización en España se ha colado incluso en las parroquias. No podemos abordar la guerra solo por nuestra cuenta. Es muy necesario que nos articulemos, estamos obligados a caminar juntos, no anteponer siglas ni estructuras y descubrir cómo podemos dar respuesta a los interrogantes que nos plantea nuestra sociedad».

Andrés Beltramo Álvarez
Ciudad del Vaticano