La Semana Santa madrileña (I) - Alfa y Omega

La Semana Santa madrileña (I)

Cristina Tarrero
Foto: BNE

Durante la Edad Moderna, la Villa era una fiesta, pero no por la alegría de la prosperidad o por los triunfos militares, sino por las continuas celebraciones que se daban cita en ella. Tras el Concilio de Trento y el cambio en la Iglesia católica invadía una atmósfera de triunfo que debía plasmarse tanto en las celebraciones religiosas como en las expresiones culturales. Las calles y los templos se vestían de gala, se entoldaban, decoraban con molduras y oros, las capillas de las iglesias se llenaban con terciopelos e imágenes…

La Semana Santa era una de las grandes citas de la ciudad. La celebración en la península ibérica data del siglo XIII aunque en Madrid, por su tardía presencia histórica, adquiere relevancia en la Edad Moderna. Todos los estamentos sociales participaban en mayor o menor medida, pues pertenecían a una hermandad, gremio o cofradía realizando obras de caridad, atendiendo a los pobres, participando en actividades comunitarias… Durante el siglo XVII era tradición acudir al convento de Atocha para el rezo de la llamada estación de las cruces. El punto de partida de las procesiones era el Miércoles Santo. Desde el año 1610 existía en la iglesia del Carmen Calzado la Cofradía de Santa Elena y Ánimas del Purgatorio, que salía en procesión a las dos de la tarde. Llevaba el paso de Santa Elena y estaba formada por el gremio de los panaderos; junto a ellos, participaban en la procesión el gremio de los cerrajeros, que sacaban el paso de Nuestra Señora de las Angustias y Traspaso, y los acuñadores de martillo de la Real Casa de la Moneda, que sacaban el Santo Sepulcro. También se incorporaban a la procesión los confiteros y los llamados obligados del abasto de carbón (contratistas). La procesión habitualmente realizaba una estación en la catedral; pero aquí en Madrid, la parada se hacía en el Alcázar, dado que no había catedral pues la ciudad pertenecía a la diócesis de Toledo. El rey se sentaba en el balcón, a las cuatro de la tarde. La procesión transcurría hacía las Descalzas Reales y una vez que llegaba al convento pasaba por el interior, pues allí vivían durante el siglo XVII algunos miembros de la familia real. Cuando anochecía, acontecían las Tinieblas, una celebración litúrgica que atraía a los fieles de forma asombrosa… [continuará].